Las palabras de Arnaldo Otegi ante un grupo de militantes de la izquierda abertzale en Eibar en las que justificó el apoyo de EH Bildu a los Presupuestos de Pedro Sánchez para que salgan «los 200 presos que tenemos» generaron ayer una ola de indignación ... y críticas. Tal intervención, en la que quedó de manifiesto cuál es la prioridad absoluta de la izquierda abertzale, frustra sus esfuerzos retóricos por 'blanquear' su pasado de connivencia con ETA con la declaración leída ante el palacio de Aiete y obligan a volver la vista hacia las omisiones del lenguaje lleno de dobleces empleado en ella. En aquel acto se refirió «a las víctimas causadas por la violencia de ETA», no a las personas que la banda terrorista señaló y asesinó reivindicando su muerte después. Tampoco declaró expresamente que el terrorismo no debió producirse, sino el dolor causado por él, y evitó endosar a ETA y a las sucesivas marcas de la antigua Batasuna cualquier responsabilidad en el estado de cosas que decía lamentar como si hubiesen sido ajenas por completo a él. El desmesurado entusiasmo exhibido por dirigentes del PSOE y Unidas Podemos tuvo que ser corregido horas después por la portavoz del Gobierno que ambas formaciones comparten.

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En el encuentro de Eibar, Otegi se mostró como un vendedor a dos bandas al alegar que la libertad de los etarras presos es el verdadero objetivo que persigue EH Bildu al apoyar al Ejecutivo. Para conseguirlo, apuesta por que Sánchez permanezca en la Moncloa hasta poder «obligarle» a un cambio normativo favorable a los terroristas con mayores condenas. Aun a sabiendas de que ni el más iluso de los reclusos a los que dijo servir pueden creerse la fábula de una amnistía más o menos encubierta, pero también consciente de que, tras sus revelaciones, hasta la aplicación ordinaria del progreso de grado o el acercamiento de los internos a sus lugares de origen aparecerán en adelante como sospechosos de ser resultado de la complicidad que la izquierda abertzale busca con el Gobierno.

El pronunciamiento de Otegi en Aiete no alcanzaría para avalar que un preso de ETA se haya reinsertado cuando elude la asunción del daño causado personalmente. Ese es el déficit que la banda antes y sus herederos ahora se niegan a cubrir. Cuando basta atender a los miembros de la 'vía Nanclares' para cerciorarse de que el arrepentimiento sin reservas tiene aun mucho sitio libre en la Euskadi de la paz.

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