La cumbre extraordinaria de la Alianza Atlántica celebrada ayer con la presencia de Joe Biden atendió en directo las demandas del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que incluyen «ayuda militar ilimitada» además de apelar a que la OTAN muestre algo más de corazón «entre la vida ... y la muerte». La organización defensiva y sus treinta miembros no solo se deben a su propia legalidad, que les compromete a cumplir con lo previsto en sus artículos 4 y 5. Han de prevenir que una intervención militar fuera del territorio aliado no desate una conflagración a mayor escala. Criterio básico para la OTAN y los países que la integran que se convierte en el arma más eficaz de la invasión dictada por Putin: la amenaza latente desde hace un mes de que el Kremlin recurrirá a su arsenal nuclear si los aliados optan por una protección más activa de una Ucrania que para la autocracia rusa no tiene derecho a defenderse.
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La flagrante vulneración de las leyes internacionales y la bárbara violación de las reglas de la guerra convierten el chantaje nuclear en algo lógico para Putin, con el riesgo de que se vea normal incluso a este lado del 'muro' que el presidente ruso continúa elevando a base de bombardeos. La Alianza Atlántica no está en condiciones de responder a semejante encrucijada revisando o reinterpretando su propia doctrina en el fragor de la invasión de Ucrania. Ni siquiera está en disposición de promover o apoyar la «misión de paz» solicitada por Polonia. Pero se encuentra obligada a corregir sus postulados de cara a la cumbre de junio en Madrid. ¿Qué significa hoy que «cualquiera de las partes» de la Alianza sea amenazada? Porque la seguridad colectiva y la estrategia de futuro no pueden continuar conjugándose como antes de que la Rusia de Putin haya mostrado su propósito de someter a Europa con una combinación de fuerza bélica y colonización energética. La OTAN decidió ayer activar planes ante la eventualidad de ataques químicos o nucleares contra Ucrania, el envío de material de detección y protección a aquel país, desplegar batallones en los cuatro Estados aliados limítrofes que carecían de ellos –Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria– y avalar la entrega de armas al Gobierno de Kiev por parte de los aliados. Aunque a estas alturas lo más relevante será la actitud que muestre China, siempre reacia a emplazamientos ajenos, tras el mensaje dirigido desde Bruselas para que no secunde ni militar ni económicamente los planes de Putin.
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