El pobre Viktor Orbán está totalmente consternado. Se levantó una mañana y al abrir las ventanas de la prensa canalla observó cómo «las aplanadoras liberales» se habían «puesto de nuevo a trabajar contra Hungría». Así se expresó cuando los malvados liberales e izquierdistas del universo europeo, la ONU incluida, tildaron sus leyes de homófobas aunque, según él, solo preservan las tradiciones. Orbán, tratando de eludir la realidad arremete contra los derechos de gays, lesbianas y personas transgénero. El partido de Orbán y quienes como él piensan pondrían con razón el grito en el cielo si alguien dijera que todos los hombres son violadores pero ellos llevan tiempo vinculando homosexualidad y pedofilia. No puede sorprenderles que se les recrimine su mentira. Es lo que tiene no querer ver una realidad que no coindice con la que él se imagina. Además, el poder, en democracia, no tiene como finalidad uniformar vidas y pensamientos.

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Es mucho mejor vivir en la hipocresía oficial como su amigo József Szájer, flamante eurodiputado, que en Hungría se reía con Viktor Orbán de los «maricones de mierda» y en Bruselas se iba a fiestas gays reconociendo que lo era. Tuvo que dimitir avergonzado al ser descubierto huyendo por los tejados y es que no hay peor cosa que huir de uno mismo.

Para Orbán, estas reacciones contra su ley son maniobras de «los enemigos de la libertad» que solo persiguen «la hegemonía de sus propios principios». ¿Les suena lo de la libertad? ¡Ay, la libertad! invocada para reprimirla. No sé qué es lo que entiende por principios pero de los universales nacen los derechos. Estamos hablando de igualdad y la no discriminación por razón de género, orientación sexual, creencias religiosas... son derechos recogidos en las constituciones democráticas. Así que, señor Orbán, nadie va contra Hungría sino contra su miopía y deriva autoritaria que mira a Putin y cierra los ojos a la Constitución Europea.

Su ministro de Exteriores hace el ridículo calificando de «dañino y peligroso» iluminar el estadio de Munich con la bandera del colectivo LGTBI en la semana del Orgullo. Yo creo que es mucho más peligroso legislar contra el derecho a la igualdad y contra el respeto a los demás, aunque la UEFA, para su vergüenza, le haya evitado el disgusto de ver los colores de una bandera que en sí misma significa Libertad. Aplaudo al capitán de la selección germana, Manuel Neuer, por jugar con un brazalete de la bandera gay aunque moleste a Orbán y a la UEFA.

Si «la ley húngara es una vergüenza», como ha dicho la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, esto no puede quedarse en una ridícula amonestación. Orbán lleva desde 2010 riéndose de la Unión Europea, algún día habrá que enseñarle la tarjeta roja y la puerta porque la igualdad se defiende con orgullo.

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