Ayer, el líder de la oposición, Pablo Casado, clausuró en Ermua los cursos de la Escuela Miguel Ángel Blanco, el edil asesinado por ETA hace 24 años. Y su intervención adoleció de defectos que el líder del PP debería enmendar para que no se pudiera ... poner en duda su propia maduración. Críticó a este Gobierno por el acercamiento de un centenar de presos de ETA, y tuvo que escuchar de boca de Marimar Blanco, hermana del homenajeado, que el PP, en su última etapa, había aproximado a 200. La ocasión era propicia para que el líder de la oposición hiciera una crítica inteligente del Gobierno designado la víspera por Sánchez, pero los comentarios fueron decepcionantes. Cuando uno sistematiza la negatividad, se vuelve previsible. Y ayer, Casado fue inconsistente: aseguró la obviedad de que el cambio de Gobierno no remedia nada porque a quien hay que cambiar es al presidente –para eso se celebran elecciones–; llamó a Sánchez «mala persona» porque ha alejado a algunos políticos que le fueron fieles y ha acercado a otros que le abandonaron, y recalcó que los nuevos ministros son, efectivamente, verdes y digitales: verdes porque no tienen experiencia y digitales porque han sido elegidos a dedo. ¿Propone que los ministros lo sean por oposición? En una democracia, tanta importancia tiene la mayoría como las minorías, y el líder de la oposición, aunque no rinde cuentas institucionales, sí lo hace ante la opinión pública.
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