El BCE ha anunciado su propósito de poner fin a su programa de compra de deuda a partir de julio, tras dedicar a ello otros 20.000 millones en junio, y de mantener por ahora el precio oficial del dinero en el 0%. El cambio ... en su política monetaria coincidirá con el momento en que expiren las ayudas dispuestas por los gobiernos nacionales frente a las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania. Unas ayudas que podrían ser prorrogadas, pero sin la cobertura del banco central sobre la deuda a la que den lugar. La institución que preside Christine Lagarde confirmó, sin concretar fecha, que empezará a cobrar por el dinero que presta a las entidades financieras siguiendo criterios de «opcionalidad, gradualismo y flexibilidad» en las decisiones que adopte. Unos términos que revelarían su disposición a atender desde su independencia las señales que emita Bruselas y las diferencias que afloren entre los miembros del euro y de la UE, una discusión concordante a la que ya está abierta sobre la fijación de los precios de la energía en el ámbito comunitario.

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En el clásico dilema entre impulsar la actividad o frenar una desbocada inflación que seguirá alta en los próximos meses, el BCE parece inclinarse por esta segunda opción, aunque con la máxima cautela. Las dudas respecto a la eficacia real de las medidas que aplique a partir del próximo trimestre se unen a las preocupaciones sobre la capacidad de las economías más necesitadas de Europa –incluida la española– para crecer desprendiéndose de la compra institucional de sus bonos. Por lo que tampoco cabría descartar que prolongara esta última en el supuesto nada descartable de que la guerra de Putin se convierta en una estrategia a largo plazo que lastre seriamente la recuperación en la UE o en determinados países. Lejos de ser tranquilizadora, la hipotética prórroga de esa excepcional ayuda correspondería a una situación verdaderamente trágica para millones de ucranianos y deprimente para el resto de los europeos.

La sola eventualidad de que los pasos que vaya a dar el BCE estén sujetos más allá de lo razonable a la confrontación de intereses entre los socios de la Eurozona constituiría un estímulo añadido para que el Kremlin cronificara su cerco a Europa cebándose en la suerte de Ucrania. Por lo que tan importante como acertar en una política monetaria que se debate entre el crecimiento y el control de los precios es que la UE actúe y se muestre unida.

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