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Dice Alberto Conejero, en el contexto de un poema que reproduce una escena de taxidermia: «Benditos los ojos que miran su propia muerte». El cazador de Omar Álvarez no fue ningún coleccionista de seres humanos disecados, sino un cáncer con el que mantuvo hasta el ... final una originalísima convivencia. Guardo en la memoria casos de personas que se han enfrentado a la halitosis de la parca con dignidad, con más o menos miedo o con mayor o menor grado de afectación, pero no conozco a nadie que afrontase su propia finitud de la manera en que Omar lo hizo: huyendo de la lástima a través de la una sátira digna del mismísimo Aristófanes y dando a su enfermedad, aun sin pretenderlo, un hermoso sentido político. Omar siguió siendo, hasta el final y como dejó escrito, «una rosa cargada de fuego»: sus llamas fueron las ganas de todo lo que dejaba por hacer.

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larioja Omar