Desde aquella charla 'Mujer y cultura', a la que fui invitada por la UR en sus cursos de verano, en Arnedo, en 2003, han pasado algunas hojas del calendario y múltiples acontecimientos de toda índole. A modo de preámbulo les había dado a los asistentes – ... un público muy variado en edades y niveles culturales– una hojita con diez nombres de mujeres de las cuales debían reconocer su disciplina, o algún hecho relevante y el siglo de pertenencia. Acabada la charla, pusimos en pantalla a las nominadas y desciframos los datos requeridos, algo de su historia y otras anécdotas que amenizaron el coloquio. La tónica general había sido la esperada, es decir, la mayoría de las personas de la sala, y la sala estaba al completo, había reconocido una media de tres nombres. Lo que nos llevaba a corroborar la hipótesis de partida sobre el ostracismo al que la mujer ha estado sometida a lo largo de la historia, y todavía lo está.
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La hoja de los diez nombres ha pasado charla tras charla por diferentes escenarios, localidades y públicos con unos resultados similares. Hoy, los vuelvo a poner ante ti, querido lector, con la absoluta esperanza de que este año los índices hayan mejorado —debido, por una parte el esfuerzo pertinaz que hacen los centros educativos y las editoriales por rescatar del olvido a mujeres relevantes en todos los ámbitos culturales y científicos; y por otra, porque el confinamiento nos haya llevado a leer y documentarnos más—. Los nombres son: Hypatia; Hildergarda; Laviana Fontana, Margarita Van Eyck; Artemisa Gentileschi, Clara Wieck; Olivia Sauco; Aurore Dupin; María de Zayas; Teresa de Escoriaza. Son diez, la nota es fácil. La dificultad estriba en que no son diez, ni siquiera cien o mil las mujeres valiosas y postergadas a lo largo de la historia. Y da lo mismo que hablemos de una reina de Egipto del siglo XVI a. C, a la que su hijastro Tutmés III, cuando subió al trono, eliminó de la lista de los faraones (Hatshepsut), o de una compositora notable del siglo XIX a la que tras contraer matrimonio con el célebre Roberto Schumann solo se le permitió tocar el piano (Clara Wieck), o de cómo se llamaba esa mujer, escritora, poeta, dramaturga, madre y enfermera, que durante 30 años fue corresponsal de guerra en 5 conflictos bélicos y que en 1926 fue candidata al Nobel de literatura. En ninguno de mis planes de estudios aparecieron ni estas ni otras muchísimas mujeres, tampoco en el de mis hijos. La buena noticia es que estamos a tiempo. La no tan buena es que lo que no mejora, empeora. Así que empecemos a rescatar mujeres valiosas en todas las artes y ciencias; a ser respetuosos los unos con los otros, a valorar por igual las aptitudes de niños y niñas, a «educarles igual para que se traten como iguales».
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