Tras dos días de silencio la ministra de Igualdad salió muy seria a los pasillos del Congreso a condenar el asesinato de una niña. Yo creo que los miembros del Gobierno no tienen que estar reaccionando cada cuarto de hora a lo que pasa por ... el mundo; sería mejor que dedicasen su tiempo a reflotar esta España que se hunde antes que poner un mensaje de enhorabuena a Lula o felicitarse por los éxitos deportivos de algún equipo de barrio. Pero viven en esa simulación grotesca de la vida que es la antipolítica y ellos mismos se han impuesto esta clase de deberes. Con la condena del crimen habría bastado, una repulsa y un mensaje de cariño en la memoria de Olivia, asesinada por su madre tras lograr el exmarido la custodia. Pero Montero no se pudo contener, son superhéroes de la moral y tuvo que soltar un epílogo aleccionador como el sermoncito de un seminarista: «creo que hay pocas cosas más crueles que utilizar políticamente el dolor de las victimas.» Todo el mundo está de acuerdo con eso, pero cuesta poco ver quiénes son los que llevan años haciendo carrera política con las rentas que les proporciona el discurso victimista.

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Ha vuelto a quedar patente que para ciertas personas algunas víctimas importan más que otras, todo depende de si el suceso encaja con el relato ideológico con el que se envuelven. A esto se suma la dictadura global de la corrección política que, como dice Houellebecq, tiene amordazado cualquier debate público e impide llamar a las cosas por su nombre; nos arrepentiremos de esto muy pronto.

Dicen 'homicidio por compasión' o 'suicidio ampliado' pero lo que hay es una niña asesinada por su madre para hacer daño a su padre; esa es toda la tragedia en su triste dimensión y ya lo hemos visto antes aquí con la pobre Carolina. Eugenio, el padre de Olivia, pasó cinco años luchando por su hija en un infierno de denuncias falsas. Devastado ante las cámaras, el martes dejó una frase que sonó desgarradora y lúgubre como campanas en un funeral: «Falla el sistema y fallan los prejuicios. Y si le quitas el sentido común y le metes rencor, el cóctel es explosivo y al final lo paga una menor, mi hija».

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