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Guardo el recuerdo de mi madre recriminándonos de niñas a mi hermana y a mí porque tuviéramos todas las luces encendidas. Como no hacíamos ni puñetero caso, ella iba detrás de nosotras apagándolas. Con los años –algo que pasa con muchas otras costumbres familiares–, he ... sido yo la que he deambulado por el piso dándole a los interruptores, a la vista de los ataques súbitos de sordera de mis hijos. Aún hoy lo sigo haciendo. Los dos continúan como tapias.
Parece que también está teniente el Gobierno de España. Me refiero a la parte menos demagógica del Ejecutivo, no a la que dice estar dispuesta a boicotearse con manifestaciones en las calles. Sí, esa: la del ministro de Consumo que nos adiestra sobre cómo alimentarnos, pero calla y se refugia cobarde tras los 'tuits' de Echenique.
Bien. La parte más sensata del Gobierno –la de Calviño, la de Robles... hasta ahí: Escrivá, qué decepción– no escucha a las familias, a los comerciantes, a los hosteleros, a los tenderos, a los peluqueros, a las microindustrias. Ni siquiera a la Comisión Europea, que una vez más ha puesto al descubierto su deshonor: ¿qué es eso de que no puedes intervenir ante el disparate de la tarifa? Protege a tu sociedad y a tus empresas, anda.
Pues, oigan: como si oye llover. Porque con lo social, cohesionadora y, sobre todo, guapetona que es esta cuota del Ejecutivo, vamos a afearle semejante banalidad de un recibo eléctrico que deshilacha aún más el desarrapado bolsillo de los españoles.
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