OGRO DE PELÍCULA

Sin embargo, este cuento gótico de reminiscencia atmosférica que lo emparenta con la estética del cine negro, no tuvo la consideración de pieza maestra que atesora hoy en día. Nadie salió satisfecho del rodaje, fue juzgada con excesiva severidad y muchos del equipo se piropeaban con sapos y culebras. El tiempo y miradas atentas la reconocen como una obra singular, siniestra y malvada.

Filme que lo tiene todo. Incluso imagen icónica. Los nudillos de las manos de Mitchum, como vil predicador de cínicas plegarias, tatudos con las palabras amor y odio. Un ser paranoico, un ogro ávido de destrucción, que irrumpe para retorcer y estrangular la apacible monotonía de una viuda y sus hijos.

La crudeza y vil exposición de los podridos sentimientos de un odioso charlatán de pacotilla resultan tan infames que sorprende que su avariciosa perversión pudiera filmarse en aquella época. Una sofisticada maldad que aparecía en un idílico paraje dominado por la presencia de niños para provocar, en un ambiente onírico (magistral fotografía e ilumanación del operador Stanley Cortez), una de las pesadillas visuales más angustiosas que se recuerden en una pantalla.

La infancia sometida a una terrible experiencia inimaginable en la que se dan cita elementos del cuento mostrados en su aspecto más villano y sólo la presencia de una hada madrina, Lilian Gish, armada con escopeta aporta algo de tranquilidad a un relato de terror.