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Hay palabras cuyo significado lingüístico difiere del jurídico. Una de ellas, de rabiosa actualidad, es «odio», definida como «antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea». En principio no es una emoción negativa, eso dependerá del objeto o persona odiados, que ... pueden ser odiosos, es decir, «merecedores de odio». Por ejemplo, si el ruido del compresor del aire acondicionado del hotel no le deja pegar ojo, su deseo de que se rompa es una expresión de odio a objeto justificado. Y lo mismo si los botelloneros del Ebro no te dejan dormir armando bulla hasta la madrugada y deseas que descargue una tormenta y mal rayo los parta.
Mientras rumies ese odio merecido en secreto, ningún problema. Pero imaginemos que al otro lado de tu tabique coexisten un perrito ladrador noctámbulo y un amo aficionado a la chapuza doméstica y adicto a las series y a los 40 Principales, a quien se la sopla molestar, y que si te quejas te contesta que te vayas a vivir al monte, hasta que un día te hartas y le metes en el buzón este mensaje: siento tal antipatía y aversión hacia usted debido a sus ruidos que deseo que fallezca lo antes posible. Desde el punto de vista semántico es una expresión de odio, pero desde el jurídico, ¿él podría denunciarme, encima, por un delito de odio? En principio no, porque ese delito es una infracción penal contra personas o sus propiedades solo por pertenecer a un grupo de individuos que compartan origen étnico, lenguaje, color, religión, discapacidad intelectual o física, género, edad, ideología u orientación sexual. O sea que, si matas a alguien por otro motivo, no es por odio. Será por amor.
No obstante, antes de comunicarle a su odioso vecino lo mucho que desea su pronta defunción (por supuesto, sin la menor intención de provocársela) asegúrese de que no es conosureño o afroafricano, sintoísta, viejecito, fémina, neoleninista, trisexual o impedido, porque entonces a nadie le importará que usted no pueda pegar ojo por sus alborotos nocturnos, su tele a toda pastilla, su taladro extemporáneo o los aullidos de su mejor amigo, y pasaría de ser la víctima de una agresión ambiental continuada que está minando su salud a ser detenido por los nuevos GEO (Grupo Operativo anti Odio) y triturado en las redes albañales del integrismo seudoprogre por racista, homófobo, intolerante religioso, machista, genocida y fascista, aunque de donde provenga, lo que sea, piense o crea y con quien retoce su insoportable vecino le importe un bledo. Así que, en estos difíciles tiempos, es mejor sufrir el odio incluso a lo odioso en silencio, como las hemorroides. Y si no lo aguanta más, hombre, tampoco le desee que palme y confórmese con una jaqueca, un dolor de muelas o una buena cagalera. No se la juegue.
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