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Otro día más sin utilizar el mínimo común denominador. Mira, mejor, porque los números y yo no nos entendemos. Aunque no voy a justificarme con esa tontería de «es que yo soy de letras» (Bertrand Russell era matemático y ganó el Nobel de Literatura), lo ... cierto es que me salto los sudokus de los periódicos, no repaso nunca la cuenta de la compra y me da un cólico miserere cada vez que me enfrento a un presupuesto hecho en una tabla de Excel, con esas columnas, esas filas y esos rectángulos estrechos que me amargan la vida. Pero no solo me la amargan a mí: en el Reino Unido han dejado de contabilizar más de 15.000 positivos porque la base de datos había rebasado el número de columnas permitidas por el programa. Las tablas de Excel las carga el diablo.
Me lío tanto con las cifras que, si la cantidad no me cabe en la cartera, tampoco me cabe en la cabeza. Y en ninguno de los dos sitios me entran los 72.000 millones que ha anunciado Sánchez para poner en marcha su plan de recuperación. ¿Cuánto son 72.000 millones? Tendrían que explicármelo transformando el dinero en especies, en chicha, como hacen los redactores de los diarios deportivos cuando echan la tarde enumerando la cantidad indecente de cosas que podría comprarse Cristiano Ronaldo con lo que gana en un año: dos islas en el Pacífico, 157 Ferraris, la fábrica de Rolex o el cuerpo congelado de Walt Disney, que el portugués es muy caprichoso y lo mismo lo coloca en la entrada de la mansión con una bandeja encima para dejar las llaves de los coches. Pero lo que más me gusta es cuando amontonan los billetes, uno encima de otro, y miden el resultado en campos de fútbol. No sé cuántos campos de fútbol ocupan 72.000 millones. Ojalá los suficientes.
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