Se respiran aires nuevos de negociación para buscar una solución a la invasión rusa de Ucrania. No sorprende que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, haya declarado en una entrevista que esté en disposición de iniciar una negociación para acabar con una pesadilla que en ... estos diez meses le ha provocado más disgustos que satisfacciones. Si es que puede encontrar alguna.
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En el escenario internacional, una de las peores cartas que tienes que jugar son las que te colocan como un socio incómodo, que complica el comercio internacional, que supone en serio desgaste de imagen por sus comportamientos criminales, que, en definitiva, es el quiero y no puedo porque tiene capacidad nuclear para intimidar, pero su operatividad sobre el terreno demuestra un alto grado de ineficacia. Nada está resuelto todavía en un conflicto donde los ucranianos son las víctimas de un pulso ruso por la recuperación de su influencia internacional intentando controlar algunos de los antiguos territorios de la Unión Soviética, después de su experiencia en Siria, donde sí consiguió sus objetivos de presentarse como una potencia política, incrementar sus socios comerciales para el trigo, cereales, gas y petróleo, principalmente, y consolidar sus bases en el Mediterráneo tras mostrar su portfolio de nuevos sistemas de armas, que pueden competir con los norteamericanos, en misiles de medio y largo alcance.
Sin embargo, la estrategia de utilizar este tipo de misiles contra las principales ciudades ucranianas y destruir sus infraestructuras eléctricas para que el frío y la oscuridad se conviertan en sus armas mortíferas no está logrando las metas previstas que supongan doblegar militarmente al ejército ucraniano y sembrar el terror y hundir la moral de los civiles que resisten como pueden. La realidad de las unidades del Ejército ruso desplegadas sobre el terreno en Ucrania ha sido un notable fracaso por diversas razones. Los crímenes de guerra cometidos han situado su prestigio y credibilidad en el peor de los escenarios: la escasa operatividad de sus unidades, la falta de disciplina y de motivación, la enorme corrupción entre los mandos y los responsables de la logística y el mantenimiento de los equipos, un sistema de comunicaciones arcaico y fácilmente interceptable por el enemigo ucraniano y una equivocada estrategia con la aplicación de una táctica que ha sido contrarrestada por años de preparación de unidades ucranianas.
El desgaste en todos los frentes y de todos los actores lleva a pensar que los últimos envites indican que cada parte pretende llegar a la mesa de negociación con las mejores cartas posibles.
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