La deuda pública alcanzó un nuevo récord en junio al situarse en 1,47 billones de euros. El hecho de que haya moderado su crecimiento hasta el ritmo más bajo desde el inicio de la pandemia –un 3,6% anual– es una señal positiva, aunque ... está lejos de alejar incertidumbres dado su gigantesco volumen y el endurecimiento de la política monetaria del BCE. La subida de tipos no ha hecho sino empezar y obliga ya a remunerar más a los inversores; un aumento de gastos que o se ve compensado con más ingresos o engordará un déficit que es preciso reducir. El aumento de la recaudación fiscal favorecido por la espiral inflacionista ofrece una salida transitoria, que no exime de arbitrar medidas alternativas pese a la presión que las necesidades derivadas de la crisis energética ejercen sobre las Cuentas públicas. Es cierto que el intenso crecimiento de la economía tras el COVID ha rebajado la relación de la deuda respecto al PIB y que el 116,8% actual se aproxima a las previsiones del Gobierno para este año. Pero ese registro casi dobla el límite permitido por las reglas fiscales suspendidas por la UE, que volverán más pronto que tarde aunque sea con unas exigencias más moderadas.

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