La reordenación del Bachillerato aprobada por el Gobierno bajo el paraguas de la nueva ley de Educación, la Lomloe, y la polémica que han suscitado algunos de los cambios vuelven a subrayar la inexistencia de un consenso político y social lo suficientemente afianzado que evite ... la proliferación de reformas legislativas y que cada una de ellas lleve a la controversia en un asunto de Estado. Es lo que ocurre con el rescate de Historia de la Filosofía –decisión de la que hay que congratularse– o con la restricción de la enseñanza de la Historia a partir de 1812; los distintos criterios al respecto no solo interpelan al legislador, sino al conjunto de la sociedad sobre el valor que otorga al aprendizaje de aquello que ayuda a conformar ciudadanos con criterio y espíritu crítico. Junto a ello, la posibilidad de obtener el título con una asignatura suspendida, con condiciones tasadas pero también sujeto a la evaluación más evanescente del profesorado, desliza el inquietante mensaje de que el mínimo esfuerzo puede prevalecer sobre la aspiración a la excelencia. Es preciso dotar de flexibilidad al sistema educativo para adecuarlo en lo posible a las circunstancias de cada alumno. Pero combatir el fracaso escolar no debería pasar por camuflarlo.

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