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El martes pasado fui a Pamplona. Había leído en la prensa escrita que por estas fechas se iba a distribuir la revista Pregón (Sociedad Cultural Navarra), veterana publicación de la comunidad foral, 160 páginas dedicadas en este caso a los sanfermines. Aún no había ... llegado a los quioscos, así que me di un garbeo por la ciudad.
Nunca he visto a Pamplona más pasmada. La capital navarra lleva unos años en que bulle de excursiones procedentes de distintas partes del mundo, sobre todo en las fechas próximas a las festividades del personaje morenico. El martes era una balsa de aceite. Muy probablemente mi impresión se debe al contraste con el ambiente presanferminero observado por estas mismas fechas en la ciudad el año anterior, por ejemplo.
Escribo esto porque un servidor tiene por costumbre acercarse a esta población unas jornadas antes del lanzamiento del cohete y regresa a pasar un día de fiestas; este lo dedico a escuchar música callejera de todas clases. El año pasado me crucé a mediodía, en los aledaños de la calle Jarauta, la de las peñas, con los componentes de la charanga Strapalucio; supongo que sobrevivirá en ella alguno de los diez componentes de aquel mariachi que grabó el disco de mejicanas hace unos años, el de los caballos blancos de Carmelo en la portada.
Por entonces merqué también en la librería de Marcela –Cuesta de Santo Domingo– una grabación de los gaiteros dulzaineros de Pamplona Ezpelur titulado 'De La Rioja a los sanfermines'. Incluye esta obra piezas del mítico gaitero de Laguardia Nicolás García, quien, junto a su compañero Julián Matute, originario de Viana, acudió a los sanfermines en numerosas ocasiones en el primer cuarto del siglo XX. Ambos conformaron la pareja más famosa de dulzaineros de la época tanto en las sierras riojanas como en los llanos, popularísimos asimismo en Navarra y País Vasco. En la mejor novela sobre los sanfermines escrita en español –El barrio maldito. del navarro Félix Urabayen (1925)– y en todas las poblaciones se les citaba como «los gaiteros de Viana» porque Nicolás domiciliaba todas las cartas y llamadas en la ciudad navarra, desde la cual Julián respondía mejor a los asuntos de los contratos que les llovían de las tres zonas referidas.
Ayer bajé a Logroño con la vitoriana y quedamos en almorzar hoy con Buenaventura, el anarquista. Al final de la charla en una terraza de la Plaza del Mercado, el veterano nos dijo que en diciembre seguro que vamos a cambiar. Pero de año. «Algo es algo», dijo un galgo.
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