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Una de las grandes desventajas que tiene la adivinación es que el hecho adivinado tiene que haber ocurrido después de que la adivinación hubiera sido formulada. Adivinar a tiro pasado es un engañabobos que no conduce a ninguna parte.
– ¿Va a llover?
– Mañana ... te lo digo.
Excluidos los miembros del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), que para esto de adivinar los resultados de las elecciones son la pera limonera, como augures, lo que se dice augures, los españoles no destacamos mucho en el mundillo adivinatorio, lo que a mi juicio se debe a nuestra generalizada tendencia a no asumir las adivinaciones, siempre que no coincidan con nuestros deseos o necesidades.
Verán, les cuento. Hace ya algo más de quinientos años (519) nació en Francia una criatura a la que sus padres cristianaron como Michel de Nòtre-Dame, usualmente latinizado como Nostradamus. Han de saber que, por lo que tengo leído, este hombre, a más de boticario fue un reconocidísimo y supuesto adivino conocido por su libro 'Las profecías', una colección de 942 cuartetas poéticas que supuestamente predicen eventos futuros y fíjense que he dicho supuestamente. Pues bien, a lo que íbamos, resulta que cada vez que se acerca un final de año los aficionados a esto de las adivinaciones (que de todo tiene que haber) vuelven a hacer una revisión de las profecías del boticario para ver si entre lo ocurrido y sus cuartetas existe alguna relación más sorprendente de lo normal. Y así, las predicciones para este año son las siguientes:
Primera: Bajo el clima babilónico opuesto grande será sin derramamiento. (Dicen sus exégetas que se refiere al cambio climático que producirá grandes desastres naturales, pero no sé yo... a mí, en mi ignorancia, me parece que también puede ser: la gallina).
Segunda: Templos sagrados del tiempo romano, rechazarán los cimientos de su fundación. (Que por lo que dicen los exégetas del francés, Nostradamus se está refiriendo al final de la UE. ¡Glup!).
Tercera: A la muerte repentina del primer personaje, será cambiado y pondrán a otro en su reino. (¿Un primer personaje que va a morir en 2022? ¡Ay madre!, cuidadín que por lo menos a mí me salen tres o cuatro).
Cuarta: Alrededor de la Gran Ciudad, habrá soldados alojados en campos y suburbios. (Aquí los intérpretes parecen tenerlo claro, lo que Nostradamus augura es una guerra entre dos países. ¿Adivinan cuáles?)
Y nada más. Será o no será. Ocurrirá o no ocurrirá. La verdad es que a poca imaginación que se le pongan a las profecías del boticario francés, en esta ocasión y así, con los ojos cerrados, parece que esta vez el nota está afinando el tiro una barbaridad. Aunque claro, no tanta barbaridad como a nosotros con sus predicciones nos tiene acostumbrados maese Tezanos, «El hombre del barómetro». Y hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.
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