La nostalgia del cambio
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El 40º aniversario del triunfo de González abre el debate sobre las nuevas señas de identidad de la izquierdaalberto surio
Domingo, 30 de octubre 2022, 00:03
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El 40º aniversario del triunfo de González abre el debate sobre las nuevas señas de identidad de la izquierdaalberto surio
Domingo, 30 de octubre 2022, 00:03
La celebración de los 40 años de su primera victoria pone sobre la mesa el papel desempeñado por el PSOE en determinadas coyunturas. Entonces, la llegada de Felipe González al poder visualizó el final de la Transición. Siete años atrás el dictador Franco había muerto ... en su cama. El socialismo renovado de González supo conectar con el deseo mayoritario de transformación de la sociedad, su ansia de modernización y de libertad, la conexión con Europa, el fin de la caverna y el proceso de secularización. González se colocó en el ala más moderada de la izquierda, consciente seguramente de los límites del sistema y de las enseñanzas traumáticas de la división del socialismo en la Segunda República. Luego vino el desencanto, pero aquel legado fue decisivo para entender un capítulo del cambio histórico en España.
Dicen que la nostalgia ya no es lo era, pero resulta curioso que algunos que entonces demonizaron a González se encarguen ahora de ensalzar de forma acrítica su obra frente al 'temerario' Pedro Sánchez. La deslegitimación democrática del Ejecutivo de coalición nos retrotrae a la derecha más reaccionaria de los años 30 que acuñó el concepto de 'antiEspaña' para integrar a una parte de la izquierda y de los nacionalismos. La crítica, por dura que sea, es legítima, pero quienes ahora construyen un retrato apocalíptico de Sánchez tampoco pueden obviar su creciente liderazgo en Europa.
Otra cuestión es que en este momento la socialdemocracia europea necesite reinventar sus tradicionales señas de identidad. Una parte de sus electores se ven tentados por las opciones populistas, sobre todo de extrema derecha, que se convierten en reclamos atractivos para la tradicional clase obrera o lo que queda de ella. Las clases medias en peligro de empobrecimiento se sienten huérfanas de referentes y los jóvenes, cada vez más distanciados y alejados de la política. En ese escenario, los partidos socialdemócratas sienten la necesidad de reubicarse más hacia la izquierda. La 'Tercera Vía' dejó una experiencia agridulce; a corto plazo victorias electorales, pero después, una gran decepción. En un contexto en el que la banca y las compañias energéticas aumentan los beneficios sensiblemente mientras suben las necesidades sociales, es lógico que la brújula socialdemócrata gire a la izquierda.
Otra discusión es la de las políticas de Estado. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha decidido suspender la negociación con el Gobierno para renovar el CGPJ. El PP tiene la mayor responsabilidad en alentar este desencuentro. Pero Sánchez, que siente una necesidad de construir una narrativa que se acople a sus necesidades parlamentarias más perentorias, no debería lógicamente obviar su cuota de responsabilidad. El Gobierno dispone de plena legitimidad a la hora de explorar una alianza parlamentaria que saque adelante el Parlamento la reforma del Código Penal en torno a la sedición. Es un compromiso, nadie lo ha planteado como contrapartida a los Presupuestos y, además, tiene su lógica que esta revisión intente homologar el tipo delictivo con la legislación de los países de la UE.
No obstante, una cosa es la legitimidad y otra la oportunidad y la eficacia de la medida. Por muy dudosa que fuera la voluntad negociadora del PP en esta materia, parece comprensible que el primer partido de la oposición se sienta molesto por su exclusión. Ese descontento no puede volver a ser utilizado como el mecanismo de bloqueo de una urgente renovación constitucional, pero políticamente no es inocuo.
La izquierda tiene perfecto derecho a elegir a sus compañeros de viaje. También debería saber que algunas decisiones tienen consecuencias y evitar que, a la larga, algunos daños puedan ser mayores que los beneficios. El último ejemplo es el del proyecto de Constitución de Chile promovido por el Gobierno de la izquierda de Gabriel Boric, ante el que el la derecha se sintió excluida y acabó rechazado en referéndum. Hay determinadas causas públicas que solo tienen viabilidad con vocación de consenso, no de partir un país en dos mitades irreconciliables. Esa fue la gran lección de la victoria socialista de 1982.
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