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La noche que fuimos ricos

Toño Del Río

Logroño

Martes, 19 de abril 2022, 22:02

Estados Unidos desembarcó en Sevilla con un piel roja y una cheyene. Dos Lunas y Luna Pálida se decían. Uno era jefe de su tribu y pasó pastueño por el hoy políticamente intolerable trago de exhibirse medio en pelotas con su tomahawk y sus pinturas ... de guerra. A ella, por lo visto, le sobrevino un oportuno arrebato de dignidad según pisó el tinglado de La Cartuja y se negó a participar en semejante circo aunque le dejasen llevar bragas bajo el taparrabos. El asunto apenas trascendió aquel Domingo de Resurrección, faltaría más, con el rey declarando inaugurados los fastos de aquella ronda de nuevo rico con la que Felipe González convidó a Sevilla a costa de las carteras emergentes de los españoles. Porque la Expo fue un delirio de grandeza de España que hoy no pasaría el grado de ida de olla en una noche de vinos y copas. Escribía Roberto Iglesias hace 30 años, a propósito del desproporcionado evento: «Tanto circo que dirán dentro de algún tiempo que yo me casé el año de la Expo, mi hijo nació el año de la Expo, yo fui uno de los que estuvo en la Expo...». Mas, casi que no, añorado Roberto. La Expo fue una frivolidad como la de aquel que se sueña rico por una noche y se deja el cuero y el forro de la cartera con una alegría que justo se evapora al siguiente amanecer. Al despertar arruinado, con cara de bobo y sin ganas de recordar. Eso fue la Expo. Una frivolidad efímera, admirado Roberto. Pongamos el caso de La Rioja: solo el pabellón, elegante, eso sí, costó 1.100 millones de pesetas que hoy, atendiendo a la inflación y todas esa zarandajas serían unos 14 millones de euros. Luego, todo lo demás. Entre otras naderías, tres o cuatro chalés para alojar al personal de la embajada riojana y a los visitantes de más prosapia y distinción. Un pastón. La Expo acabó en octubre y dejó una resaca descomunal en las autonomías que durante cinco meses habían jugado a ver quién lo tenía más grande y más lustroso sin advertir que en tamaño y brillo les ganaba siempre el del piel roja. El pabellón del piel roja y la cheyene, quiero decir.

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