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Hace ahora cuatro años, mis expectativas no pasaban por seguir con avidez la 'noche americana', sobre todo porque había terminado de trabajar muy tarde y, al día siguiente, de nuevo era día de escuela. Además, como otros millones de incautos, di por seguro el triunfo ... de Hillary Clinton. Pero el insomnio me empujó a trasnochar aún más y, a medida que las expectativas de que Trump podría derrotar a Clinton, el desvelo se fue tornando en preocupación y la preocupación en disgusto.
Esta noche, ahora sí atrapado por los arcanos de un noviembre recién nacido, me aprovisionaré de café y de paciencia para afrontar la 'noche americana', donde todo puede ocurrir.
Para quienes el séptimo arte es como una religión, la 'noche americana' nos recuerda a esa ya desfasada técnica que los directores de cine utilizaban para imprimir ambientación nocturna a una escena rodada a plena luz del día. Los estadounidenses, que fueron sus inventores, lo denominan Day for night. Las nuevas tecnologías, primero analógicas y luego digitales, han arrinconado la 'noche americana', pero su espíritu sigue vigente.
El genial François Truffaut dirigió en 1973 'La noche americana', película protagonizada por él mismo junto a Jacqueline Bisset. Pretendía el realizador francés mostrar al espectador la magia del cine por dentro, sus entretelas, la mentiras y las verdades sobre las que se construyen una película. Y nada más paradigmático que la 'noche americana' para mostrar al espectador que un filtro colocado ante de la cámara es capaz de confundir el día de la noche, la verdad de la mentira.
La 'noche americana' a la que hoy nos enfrentamos está íntimamente ligada con esta obra maestra de la Nouvelle vague, donde no es oro lo que reluce, sino simple oropel. Parece increíble que la nación más poderosa de la Tierra siga rigiéndose por leyes obsoletas y manifiestamente injustas, que permitieron que un candidato, en este caso Donald Trump, conquistara la Casa Blanca con casi tres millones menos de votos populares que su rival, Hillary Clinton.
Otro ejemplo del anacronismo electoral made in USA son las fechas: ¿Saben por qué las presidenciales se celebran siempre, cada cuatro años, el primer martes después del primer lunes de noviembre? Pues por que el Congreso decidió en 1845 –¡¡hace nada menos que 175 años!!– que a estas alturas del año la cosecha había concluido, el hielo aún no impedía transitar por caminos y carreteras, y al ser martes evitaba tener que viajar en fin de semana.
En realidad, según lo que dicten las urnas, esta 'noche americana' puede alargarse en el tiempo, sobre todo si Trump pierde los comicios. Varias veces ha amenazado el actual presidente con no acatar los resultados si no sale triunfador y otras tantas ha ondeado la bandera del pucherazo.
Hace justo veinte años, la 'noche americana' del año 2000 se prolongó durante un mes, cuando unas polémicas 'papeletas mariposa' dieron finalmente la victoria al republicano George W. Bush frente al demócrata Al Gore en el estado de Florida, en el que –¡¡oh, casualidad!!– el gobernador era Jeff Bush, hermano del candidato conservador.
Si vence Joe Biden, como vaticinan todas las encuestas, supondrá el primer paso hacia un mundo menos desequilibrado y dividido como el que ahora sufrimos y un pequeño empujón para que, como fichas de dominó, vayan cayendo Jair Bolsonaro (Brasil), Viktor Orban (Hungría), Andrzej Duda (Polonia), Rodrigo Duterte (Filipinas), Aleksandr Lukashenko (Bielorrusia), Recep Tayyip Erdoğan (Turquía)... Al incombustible Vladímir Putin no lo cuento, pues tiene todo atado y bien atado en Rusia.
En teoría, lo que el mundo entero se está jugando en esta 'noche americana' es revertir el cambio climático, poner freno a un ultracapitalismo cada vez más voraz, recuperar muchos de los derechos que la ciudadanía poseía como inalienables hasta pocos años después de la caída del Muro de Berlín, y que van disminuyendo a medida que estallan crisis, bien sean económicas, sanitarias o naturales.
Pero tampoco esperen ni la piedra filosofal ni el bálsamo que todo lo cura, porque Joe Biden –a diferencia de Groucho Marx–, sí que pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como él.
Disfruten de la 'noche americana', de sus destellos sin sol y de ese show business ambientado con juegos de artificio. Y, sobre todo, recuerden que, como escribió Albert Camus, «ellos mandan hoy... porque tú obedeces».
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