NO SOY YO

La película es una indiscutible joya de la serie B cuyo relato generó todo tipo de literatura enfocada a sonsacar sus aviesas intenciones metafóricas que consiguió trascender el límite de la fantasía o ciencia ficción. La época en la que se rodó era un polvorín de paranoicos significados que cualquier indicio de sugerir algo que alterara el funcionamiento normal del sistema era reconducido al campo de la parábola social y política.

Este fascinante, aterrador y misterioso filme de Siegel no se libró de entenderse como una advertencia de la filtración roja como una denuncia a la trapacería de la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy. Cualquier especulación era válida para una sobria y angustiosa aventura sobre la absorción de nuestra voluntad a manos de fuerzas ocultas, siniestras y, posiblemente, lejanas.

Más allá de cualquier interpretación, 'La invasión de los ladrones de cuerpos' es una reflexión hacia lo desconocido, extraño e inexplicable que funciona como filme de miedo. Los habitantes de un pequeño pueblo de California son transformados a través de unas vainas en dobles autómatas sin conciencia y alma. Una aterradora propuesta narrada con una mecánica impecable que tiene momentos brillantes e imaginativos.

Su golpe es tan contundente y demoledor que su alegoría quedó suavizada al injertar los productores una escena en la que se da a entender que todo el horror sobrevenido sólo responde a la enajenación de su atemorizado personaje, Dr. Milles (Kevin McCarthy). Este pegote no minimiza una obra deslumbrante.