Los niños sí son vector de transmisión

Regularizando filas, sectorizando grupos y tomando temperaturas, 'reconstruyendo' caras tras las mascarillas y después de seis meses, los profesores les esperaban sonrientes. Decidida y firmemente sonrientes.

Seguro que también preocupados. Tanto como las familias.

Los últimos estudios revelan que los niños no son grandes transmisores de la infección por SARS-CoV-2. No son vectores significativos. ¿Que se pueden infectar? Indudablemente. ¿Que se darán casos? Por descontado.

El miedo es libre, y la incertidumbre, compañera inevitable en este nuevo tiempo que nos toca vivir. Temor a que los niños se contagien, miedo también a que lo transmitan. Pero la escolarización, el aprendizaje y la socialización son ejes fundamentales en su desarrollo. Sin perder ni por un momento de vista su salud.

Aunque el virus aún guarda incógnitas, la mayor parte de la comunidad médica, científica y educativa, con voces discordantes, claro está, apuesta por el regreso a las aulas como fórmula más aconsejable. Sigamos todos las estrategias marcadas. Hagamos los adultos un ejercicio de posibilismo. Dibujemos tantos escenarios (familiares, laborales, educativos) como sean precisos. Ellos, los niños, se significaron como minihéroes en el duro tiempo de confinamiento. Ahora, en sus pequeños universos, la mayoría están concienciados de lo que es la nueva realidad.

Son ellos transmisores de ilusión, de energía y de optimismo. Seamos los adultos vectores de transmisión (y ejemplo) de normas, pero también de confianza y de serenidad.

Que la vida sigue.

Y así seguirá, al menos por un tiempo.