Primera semana hábil del año. Toca regreso forzado a la normalidad: el colegio (por fin) reabre sus fauces y los trabajos recuperan a sus plantillas completas. Harta de balances anuales, me propongo mirar hacia adelante, pero me resisto a hacerlo sin antes dejar un par ... de precisiones de estas (ya) pasadas Navidades.

Publicidad

Se nos llena la boca con que estos días se dedican a que los más pequeños disfruten de la magia de la Navidad, de la ilusión, de la familia... Pero poco nos esforzamos. Más allá de juzgar el escaso contenido del programa festivo organizado para estas fechas, hay dos actos que son el 'summum' de la Navidad en Logroño: la llegada de los Reyes Magos a Las Gaunas y la Cabalgata de Sus Majestades. Esos dos momentos desbordan las emociones logroñesas, de niños y también de mayores. Afrontando que es manifiestamente mejorable el sistema de acceso libre al campo de Las Gaunas, que provoca que haya niños (muchos) que se queden fuera del aforo, lo que no es de recibo es observar a los (muchos) adultos en primera fila para tender la mano a sus Majestades de Oriente.

Lo de colarse en la Cabalgata vespertina ya es casi una tradición. Este año, además, se vio agravada por el recorte del recorrido que agolpó a la multitud en un itinerario bastante más reducido. Y eso generó que los caraduras también se agolparan en primera fila en detrimento de los niños. Estos botarates se aprovechan de que nadie quiere broncas en un evento tan entrañable. Y así siguen, cada año.

Quizás haya que reflexionar sobre estas actitudes que, aparte de deslucir estos preciosos momentos, envían un equivocado mensaje a los niños: que el que más morro tiene, triunfa. Y es cierto que eso ocurre en la vida, lamentablemente, más de lo que nos gustaría. Pero esa triste lección ya la aprenderán los críos cuando les toque. De momento, deberíamos fomentar la educación correcta. No la del más jeta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad