Benjamín Netanyahu, incapaz de formar Gobierno después de dos procesos electorales y camino de unos terceros comicios en marzo, consiguió el jueves imponerse en las primarias de su partido, el Likud, con el 72,5% de los votos, a pesar de haber sido acusado de fraude y cohecho en tres casos distintos; y se ha librado de responder de las acusaciones gracias a la inmunidad que le proporciona su posición.
Por ello, consciente de que su futuro personal depende de su éxito político, pelea con uñas y dientes para mantener el liderazgo. En todo caso, el camino será sinuoso: mañana, el fiscal general deberá dictaminar si Netanyahu puede presentarse de nuevo; el martes, el Supremo habrá de tomar una decisión al respecto; y antes del jueves ha de solicitar al Parlamento israelí que declare su inmunidad. Es llamativa la obstinación del electorado en mantener esta opción.
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