Los necesarios
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Pregunta el PP por el aumento de altos cargos, el Gobierno se encoge de hombros y el pleno entra en el terreno de la EscolásticaTocaba a Alberto Bretón, según el orden del día, preguntar al Gobierno por esa duda que atenaza a la oposición (cuántos altos cargos habitan de verdad en el Palacete y alrededores), pero fue Carlos Cuevas quien protagonizó este tramo del pleno. Dentro del frágil ecosistema ... que azota la vida del PP, habrá que interpretar el cambio de orador en clave interna: así como hubo un periodismo especializado en los avatares del Kremlin que bautizó a sus actores como kreminólogos, ya estamos tardando en el Parlamento por idear una voz análoga, que ayude a leer todas estas idas y venidas que sin embargo tienen fin. Son finitas, un bucle. Cuentas del rosario llamado con gracia por la consejera Eva Hita desde el atril como el eterno día de la marmota, etiqueta que sirve para diagnosticar sus cuitas al frente de la cartera de Agricultura igual que vale para describir la relación tan singular que distingue a la extraña pareja formada por el consejero Celso González y su antecesor, Alfonso Domínguez. El nuevo dúo Pimpinela.
Porque ambos se lanzan desde la tribuna los dardos de rigor con la misma intensidad con que luego se dedican abrazos y sonrisas cuando coinciden en los aledaños del Parlamento, camino del reparador cafelito de la mañana. El momento de idilio que sigue a los instantes en que se reparten mutua estopa, sin descuidar la cortesía parlamentaria ni la ironía que ayer afiló con el tino habitual Domínguez: La Rioja, dijo haciendo suya la frase de Concha Andreu, «está estupendamente estupenda». Sarcasmo al que respondió González con otro: la culpa de todo la tiene el PP. El nuevo Yoko Ono.
La esgrima verbal, propia casi de Westminster por su elevado decoro, sirvió para emboscar la sustancia del debate, su tuétano. El número de altos cargos que acompañan a Andreu en su recién inaugurado mandato y su coste para las arcas públicas, una pregunta para la cual González ofreció la respuesta de siempre, la de la marmota. ¿Cuántos son? Los necesarios. Se supone también que los justos, es decir, los que verán abiertas las puertas del cielo cuando se alejen de estas discusiones tan terrenales, toda vez que, como se observa, la política ingresa en el terreno de la Escolástica: la fe triunfa ante la razón. Santo Tomás de Aquino estaría orgulloso de nuestros diputados.
Porque una vez que habita el dogma entre nosotros y la Providencia distingue tanto a los justos como a los necesarios, deja de importar quiénes son los beneficiarios por la subida de sueldo que acaba de publicar el Parlamento para reconocer el desempeño de quienes con tanta eficacia auxilian a sus señorías, ese quinteto de asesores repartidos por cada grupo, antes de que sus servicios dejen de ser justos y necesarios: cuando nuestros representantes se profesionalicen. Hasta entonces seguirán atendiendo los plenos como todos: vacas viendo pasar el tren. Todos salvo Francis Gil, invisible asesor de Podemos. Asesora a distancia, cobra sus 17.000 euros y no da una guerra. El favorito de la sección de nóminas.
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