Navalni contra Putin

La tenacidad del opositor ruso Alexéi Navalni está poniendo en evidencia el autoritarismo sin límites de la forma de gobierno instaurada por Vladimir Putin, tanto ante la opinión pública internacional como en el interior del país. Su envenenamiento el pasado 20 de agosto, la peripecia de su hospitalización y posterior traslado a Alemania, su regreso a Moscú el 17 de enero y la orden de su detención hasta el próximo 15 de febrero catalizaron el descontento social hasta desembocar en multitudinarias manifestaciones celebradas el sábado en 60 ciudades de Rusia. Las más de 3.300 personas detenidas –entre ellas la esposa del opositor, Yulia Naválnaya– a raíz de las movilizaciones testimonian que no puede hablarse de 'democracia a la rusa' cuando está prohibida la contestación social contra los abusos y la corrupción del Kremlin, y ello da lugar a que haya ciudadanos dispuestos a protestar sin autorización aun en medio de la pandemia. Pero la oposición a Putin se enfrenta a un poder incluso superior al que representan las fuerzas armadas y de seguridad o las redes de intereses económicos que dependen del régimen y lo sostienen. Se enfrenta a la práctica imposibilidad de dar verosimilitud a la idea de que hay una alternativa a ese régimen.