Los primeros pasos de Elon Musk en Twitter tras hacerse con la red social, en una operación tan multimillonaria como trabajosa y rocambolesca, han incentivado las dudas e incertidumbres que pesan sobre el presente y el futuro de la compañía en dos terrenos imbricados: la ... rentabilidad económica y el propósito editorial. La drástica decisión del magnate recién aterrizado de prescindir de la mitad de la plantilla –3.700 empleados en todo el mundo– evidencia hasta qué punto la solvencia financiera condiciona la continuidad de un proyecto empresarial que Musk ha pretendido revestir con la grandilocuencia de la defensa de la libertad de expresión. Es paradójico que el primer desafío que seguramente va a tener que afrontar el nuevo propietario de Twitter en lo que se refiere a la manifestación de opiniones sin cortapisas vaya a ser el aluvión de críticas que ya le han empezado a llover utilizando su propia red social; especialmente tras haber procedido a los despidos por la vía de informar a los afectados mediante correo electrónico. El porvenir de la plataforma –su sostenibilidad como negocio y su credibilidad– se libra también en lo que digan ahora sus usuarios sobre ella y su singular dueño.
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