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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró el pasado mes de febrero la emergencia nacional para conseguir recursos para construir el muro en la frontera mexicana con el que pretende cortar la emigración ilegal. El Senado, de mayoría republicana, tumbó la medida (la cuarta ... parte de los republicanos votó con los demócratas) pero Trump ejerció el veto presidencial. Finalmente, la gran organización estadounidense por los derechos civiles (ACLU) y otras instituciones llevaron el caso al Tribunal Supremo, que ha dado parcialmente la razón al presidente y le ha autorizado a aplicar al muro 2.500 millones de dólares presupuestados inicialmente para el programa antinarcóticos.
De todas formas es poco dinero para una obra que costaría 21.000 millones de dólares, y que Trump pretendía que fuese financiada por los mexicanos. Un muro a lo largo de los 3.145 kilómetros de la frontera entre Estados Unidos y México sería, además de un disparate, un simbólico gesto de aislamiento. La lucha contra la inmigración ilegal ha de emprenderse por vías más inteligentes. De donde se desprende que el famoso muro no es más que propaganda, ya hábilmente dispuesta con vistas a las elecciones presidenciales de 2020. La causa de Trump se nutre del racismo, del intervencionismo, del miedo al diferente, del rancio nacionalismo, y la idea simbólica del muro le da votos. No es más que eso.
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