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Reconozco que siento cierto nerviosismo al escribir estas letras. Varias intentonas anteriores han perecido por el camino. El miedo nace de la sensación de estar cometiendo un atentado contra la autoridad, en este caso tras la aprobación en sede parlamentaria de la conocida como Ley ... Trans. Con lo que me gusta cumplir las reglas. Sin embargo, hay momentos en los que toca alzar la voz e ir en contra de la norma.
Resulta paradójico que sea a propuesta del Ministerio de Igualdad el nacimiento de una ley que borra a las mujeres. No voy a usar eufemismos, asumiendo el riesgo de ser llamada con toda esa retahíla de adjetivos e incluso multada por esa brigada que quieren organizar que recuerda a tiempos pasados y que va a ir a la caza de las temibles feministas. Vamos, que hay cosas en la historia que no cambian y que independientemente de cómo te sientas, somos las mujeres a las que se nos intenta callar. Antes se nos quemaba por brujas, nos encarcelaban, pasaron a llamarnos feminazis y ahora terfs. Apelativos y consecuencias nacidas de la misoginia y del miedo a que nuestra voz cale, no vaya a ser que se nos escuche decir que el sexo biológico existe y que somos biológicamente binarios. Luego nos reímos de los que dicen que la Tierra es plana...
A pesar de la obviedad manifestada y científicamente comprobable que en la especie humana existen los portadores del cromosoma XY y del cromosoma XX y que todo lo demás es construcción social, y es en contra de lo que hay que luchar para crear sociedades más igualitarias, he invertido mucho tiempo en estudiar los discursos a favor y en contra de estas premisas. Como mujer racional he estudiado los discursos a favor y en contra de estos postulados. Tanto es así que parte de mi tesis doctoral los analiza. La razón de esa inversión temporal no era otra que la aspiración de comprender los motivos por los que no era capaz de comulgar con los postulados que ahora se han convertido en ley. Me he cuestionado mis posicionamientos al escuchar a personas que eran referentes para mí en el pensamiento progresista. Sin embargo, por más vueltas que le doy al asunto siguen sin convencerme de que existe una esencia femenina que vaya más allá de las características biológicas. Quizás sea más fácil entender, aunque me pese, que la palabra progresismo ha dejado de tener significado en sí misma y ya no importa qué se diga sino quién lo diga.
En cualquier caso, estoy muy tranquila. Cualquiera que me conozca sabe que no soy una persona que odia. También sabrán que tengo como defecto de fabrica la necesidad de comprender las cosas antes de emitir una opinión. Y, en este caso, nadie ha conseguido responderme a esta pregunta: ¿Qué es ser mujer más allá de las características biológicas? En lo que a mí me respecta, me niego a definirme a partir de estereotipos que el feminismo lleva siglos intentando eliminar. Si ser mujer es abanderar la feminidad, entonces, ¿yo qué soy?
Con todo, no cuestiono la existencia de personas trans, porque existen. No niego su sufrimiento, porque sufren. Lo que pongo en entredicho es que por ley igualemos lo que es diferente, que definan qué es ser mujer en base a sentimientos. Discuto la posibilidad de que menores de edad accedan a tratamientos irreversibles en pleno desarrollo corporal y psicológico sin el acompañamiento de profesionales de lo social y de la psicología y sin necesidad del beneplácito parental. Respecto a esto último no caigamos en la trampa a la que nos quieren empujar de equiparar este asunto con el aborto. Porque hay una diferencia abismal. Una mujer, menor o mayor de edad, no puede posponer la decisión de si quiere o no ser madre, en cambio para comenzar la transición hormonal y de cambio físico vía cirugía sí que se puede esperar.
Así, ya no es solo que la ley en sí misma niegue cualquier atisbo de evidencia científica y eleve a ley estereotipos sexistas que anulan el concepto de mujer y dejan sin la protección parental y social a las y los menores –no solo, aunque ya es suficiente para ver la gravedad del asunto– sino que todo lo que ha rodeado a la aprobación de la ley se ha hecho sin luz y sin taquígrafos. Dirán que esta tribuna es odio contra las personas trans, que niego su identidad, pero ¿desde cuándo debatir se ha convertido en una proclamación de odio? ¿En base a qué decir que el ser humano tiene dos sexos los cuales se observan al nacer y se registran es fobia hacia un conjunto de personas? Creía que la acción de odiar dependía del contenido de las ideas manifestadas y no de la acción en sí misma de debatir. Si tan seguras estaban de sus proclamas, ¿por qué se ha impedido que las voces disidentes eleven sus argumentos? Quizás de haber sucedido, sus señorías habrían tenido complicado votar a favor. ¿Es democracia anular cualquier opción de hablar a personas que tienen algo que decir en contra? Quizás la palabra democracia también esté viciada y se haya quedado sin contenido.
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