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En la primera oleada de la pandemia fueron sonoras los discrepancias entre los recuentos de fallecidos que facilitaba el Ministerio de Sanidad y los que realizaban los registros civiles –el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), que se nutre de los datos recogidos ... en 3.999 registros civiles–. En dicha primera oleada, entre el 10 de marzo y el 9 de mayo de 2020, el MoMo contabilizó 46.635 muertes no esperadas frente a los 26.478 decesos por la pandemia comunicados por las comunidades. La explicación de entonces fue que solo se contabilizaron como víctimas del COVID a quienes habían acreditado mediante una PCR padecer la enfermedad. A partir de entonces, los dos sistemas de contabilidad mostraron diferencias estadísticamente aceptables. Pero con la quinta ola ha vuelto a producirse un desfase incomprensible. Entre el 19 de julio y el 18 de septiembre, de acuerdo con MoMo, se produjeron en España 74.583 muertes, cuando lo esperado por la serie histórica era 65.142, con lo que habría que atribuir a la pandemia 9.441 fallecimientos. Sanidad contabilizó 4.782 fallecimientos. Ante una coyuntura así, lo mínimo que puede hacer el Gobierno es preguntarse qué se está haciendo mal.
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