Los nuevos tiempos traen cambios profundos. Antes, tener vehículo propio y usarlo era algo usual, sin connotación negativa alguna. Ahora, los chavales no ansían sacarse el carné de conducir y tener coche es casi sinónimo de pirómano medioambiental. El centro de las ciudades se cierra ... al tráfico rodado cual cinturón de castidad medieval y tan solo el transporte público tiene bula para transitar. Se ha apostado todo a lo público, pero de boca, no de verdad. Les pongo dos ejemplos recientes. Juzguen ustedes mismos.

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Durante los pasados 'sanmateos', el Ayuntamiento de Logroño optó por dejar libre de pago el aparcamiento regulado toda la semana. Genial para los conductores particulares, quién lo duda, pero esta idea choca un poco con la supuesta apuesta por la cacareada movilidad sostenible. Luego, el 22 de septiembre, conmemorando el Día Mundial sin coche, los autobuses urbanos y metropolitanos fueron gratuitos. No sé si les falta visión o bemoles, pero hubiera sido más rompedora la idea (no tan descabellada) de cobrar la zona azul y verde toda la semana matea para, en cambio, haber puesto gratis todo el transporte urbano y metropolitano como una verdadera apuesta por el transporte verde. Oportunidad de oro perdida.

Otro ejemplo incomprensible, el de este pasado domingo. La prueba del Maratón de Logroño paralizó toda la ciudad (otra vez) y dejó las calles cortadas. Y con ellas, todo el servicio de autobuses urbanos de Logroño casi toda la mañana sin funcionar. Sin alternativas, ni sonrojos. Hala, para echar a correr. Una pena.

Porque apostar por el transporte público no es subirse al autobús para hacerse la foto y luego cambiarlo por el coche oficial. El reto de la movilidad sostenible reclama más recursos, con más frecuencias, más horarios y más líneas. Para que subir al autobús sea más rápido, cómodo y barato. De verdad y no de boquilla.

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