A las últimas señales de alarma sobre la evolución de la economía española que apunta hacia un frenazo en el crecimiento e inflación sostenida, se sumó ayer el dato sobre la morosidad empresarial que aumentó tres puntos en el primer trimestre del año con relación ... al trimestre anterior, situándose en el 42%. Se trata del mayor repunte trimestral en doce años según el Indicador de Cepyme y sitúa la morosidad empresarial en casi 350.000 millones de euros. El PMP (Período Medio de Pago a Proveedores) que se había recuperado después del colapso de los años de pandemia vuelve a incrementarse en la medida que se desacelera la recuperación de la economía y suben los costes por efecto de la inflación descontrolada. La morosidad afecta principalmente a las empresas de menor tamaño que tienen mayores dificultades de acceso al crédito y generalmente sufren retrasos en los pagos de otras compañías de mayor tamaño. Según el Indicador, las pymes que más están sufriendo en esta coyuntura y que acumulan mayores retrasos en los pagos son las dedicadas a la construcción y promoción inmobiliaria y al textil. La media de retraso en los pagos de las primeras se ha estimado en 98,4 días y de 90,4 días de las segundas. La industria alimentaria también está siendo seriamente afectada en su morosidad como efecto de la ruptura de varias cadenas de suministros globales impactadas por la invasión de Ucrania y el bloqueo de sus exportaciones de grano.

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A este dato preocupante sobre el aumento de la morosidad se suma la peor afiliación de autónomos de los últimos años provocado por la inflación, aumento de los costes de producción y de las cotizaciones sociales. No hay que olvidar que España es un país de pymes (2,9 millones) que sostienen la gran parte del tejido empresarial y son esenciales en la creación de empleo. De momento las empresas no están trasmitiendo la totalidad de las alzas de sus costes al cliente final y esto se está traduciendo en un adelgazamiento de su tesorería y dificultades para hacer frente al pago a proveedores. Pero las previsiones negativas sobre la tensión de los precios de la energía y consiguiente alzas en los costes, les obligarán a repercutir en el consumidor generando un círculo pernicioso que podría abocar a cierres empresariales y al desplome del consumo. La inflación no solo es el impuesto de los pobres sino el mayor enemigo de la economía y su combate constituye una prioridad sin excusas del Gobierno y las instituciones financieras.

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