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Es posible morir de pena. Hay personas mayores que ya se están muriendo de pena aquí, en las residencias de La Rioja. La soledad hace estragos entre quienes no entienden que los suyos no les visiten. Se sienten olvidados y se dejan ir. Le llaman ... síndrome del derrumbe. Una mujer, en la UCI del San Pedro, lloraba porque sentía que había sido abandonada por su familia. Su esposo acababa de morir a unos metros. Lo entendí entre el llanto de uno de sus desesperados hijos. Es la pena que hiere y mata. Hay otra pena de la que los políticos están dejando rastro como los caracoles. La alcaldesa de Autol, ayer. La residencia de mayores de su pueblo, municipal, fue una de la tres apercibidas por no atender los protocolos para el COVID-19. Y ayer fió que de haber estado su partido en el gobierno habríamos sumado menos muertos. Da pena y más. Y luego está la penita. La que se siente por niños y desvalidos. O por el comité técnico de Fernando Simón cada mañana a la hora del Ángelus.
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