Fue Alfredo Pérez Rubalcaba quien recurrió al término 'frankenstein' para referirse a un indeseable gobierno socialista apoyado «por los que quieren romper España». Pocos años después, su sucesor en la Secretaría General del PSOE preside un gobierno que sus oponentes denominan así, 'frankenstein', por mantenerse ... vivo gracias al macabro aporte de miembros políticos tan antisistema como Unidas Podemos, JuntsxCat, CUP, PDeCAT, EH-Bildu, BNG y PNV.
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Conviene recordar que, en la célebre novela de Mary Shelley 'Frankenstein o El moderno Prometeo' (1818), Frankenstein no es el nombre del monstruo, sino del estudiante iluminado que desafía a la vida y la muerte armando un enorme cuerpo humano con piezas de cadáveres. El resultado es un engendro repugnante que, rechazado por su fealdad, se rebela contra su creador, del que se venga matando a sus seres queridos. El desenlace solo podía ser la eliminación de uno de los dos.
En 1977, TVE emitió un profético programa infantil titulado 'El monstruo de Sanchezstein', con Pepe Carabias en el papel y guion de Guillermo Summers. El mismo año algunos votamos en las elecciones libres celebradas en España gracias al hábil desmantelamiento del régimen a cargo de notables franquistas liderados por Adolfo Suárez. Aquella Transición, admirada en todo el mundo, es hoy denunciada, juzgada y condenada por los repulsivos pedazos de cadáveres políticos que conforman el actual monstruo de Sanchezstein. El último regüeldo político de la aberrante criatura ha sido la propuesta de retirar a Felipe VI el título de rey porque, según ellos, proviene de un designio del régimen franquista.
Pues miren, llevan toda la razón. No importa que la decisión del dictador de que España volviera a ser un Reino fuera ratificada por el pueblo en referéndum y consagrada en una Constitución consensuada: la idea fue de Franco, sí señor, así que deberían eliminarse todas las decisiones tomadas por el franquismo terminal. Como, por ejemplo, la legalización de los partidos políticos, el harakiri de las Cortes y la convocatoria de aquellas elecciones que dieron paso a un sistema democrático gracias al que tipos y tipas como Rufián, Colau, Otegui, Borrás o Garzón hoy no solo no están calladitos como trabajadoras del sexo o en el exilio o inflados a hostias en la Dirección General de Seguridad, sino que viven como dioses y diosas chupando con fruición las ubres del Estado al que pretenden destruir.
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Tarde o temprano, como en la novela de Shelley, el engendro se vengará de su creador cargándoselo políticamente. Pero, después de González, Zapatero y Sánchez, produce escalofríos de película de terror imaginarse al siguiente aprendiz de iluminado presidiendo un «gobierno de progreso». Del suyo y del nuevo monstruo, se entiende.
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