¡No soy un monstruo!

El actor y comediante Mel Brooks es el productor de la película. Buscaba un director para un proyecto ambicioso pero de calado humano. Contar la verdadera historia de John Merrick, un ser estigmatizado por una horrible deformidad que le valió el apelativo de 'el hombre elefante'. Brooks solicitó ver una copia de 'Cabeza borradora', ópera prima de Lynch, de la que había oído hablar en términos excitados y tras la proyección se convenció de que había encontrado el realizador adecuado para su largometraje.

Después de rechazar el encargo de George Lucas para rodar 'El retorno del Jedi', Lynch aceptó la propuesta de Brooks a sabiendas de que se tenía que ceñir a un guion que no le pertenecía y a la envoltura de una producción de altos vuelos. Consiguió meterle mano al libreto de Eric Bergren y Christopher De Vore y se ajustó a los estándares de un espectáculo de gran envergadura sin derogar el sentido de su cine.

Porque el argumento y la infortunada desdicha de Merrick, interpretado bajo un elaborado maquillaje por el irreconocible John Hurt, permitieron a Lynch, sin injerencia del dueño de la función, aplicar una de sus máximas estéticas, el feísmo, a la vez que la trama le autorizaba a describir una sociedad despiadada y desalmada.

Y más todavía. Visualizó constantes que comenzaban a conformar un estilo. Ambiente industrial, clima victoriano y una atmósfera de terror bajo los estrictos códigos del melodrama. Manufacturó una pieza sensible y conmovedora con trazos de su ideario artístico y creativo, en blanco y negro y con un reparto inmejorable.