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A raíz de una improvisada campaña turística, hacia 1960, el monasterio de San Millán de Yuso (el de abajo) comenzó a denominarse El Escorial de La Rioja, merced a su grandes dimensiones y al patrimonio artístico y cultural que custodiaba. Casi a la par, un ... hombre de campo, Tarsicio Lejárraga –ingente labor la suya y la de su hijo Teodoro–, fue designado guarda del monasterio de Suso (el de arriba), construcción original de San Millán de la Cogolla.
Como crecía en la Edad Media la devoción por el santo Emiliano, fundador del cenobio primitivo en los montes del río Cárdenas, y allí enterrado, quiso el monarca Don García sumar al panteón de los reyes de Nájera-Pamplona, en Santa María la Real, los restos de san Millán. Cuenta la leyenda que el 29 de mayo de 1053 los bueyes que tiraban de la carreta con las reliquias se detuvieron al alcanzar el llano y no hubo forma de que avanzaran. Don García y su corte vieron en la cerrazón de los animales de tiro un milagro, una señal de que el santo deseaba permanecer en su tierra. En su homenaje, ordenó el rey najerino construir un segundo monasterio, denominado el de Yuso.
Lo que el viajero que ahora mismo contempla en El Escorial de La Rioja es un complejo monástico, cuyas obras arrancaron en el siglo XVI, si bien la configuración del edificio corresponde al siglo XVIII. Poco se conocía del monasterio medieval fundado por Don García, hasta que en el año 2006 las obras de reforma del templo sacaron a la luz la estructura de una enorme iglesia del primer románico, según arqueólogos e historiadores, de una calidad «similar a San Martín de Frómista, San Isidoro de León o la catedral de Jaca».
Lo lógico hubiera sido recuperar la fábrica original del siglo XI, de un valor incalculable. Sin embargo, el 25 de enero de 2011, la iglesia de la Asunción de Yuso se reinauguró a bombo y platillo, eso sí, dejando los tesoros románicos bajo una capa de grava y unas losetas. Es más, cuando los guías de San Millán enseñan el templo a los visitantes, explican que muy poco se conserva del monasterio original del siglo XI. Falso.
Cuando en 1997 los monasterios de San Millán de la Cogolla fueron elevados por la Unesco a la categoría de Patrimonio de la Humanidad, el regocijo fue desbordante y las posibilidades económicas del valle, infinitas. En los alrededores abrieron restaurantes, hoteles y otros negocios con enormes expectativas de futuro. Veintisiete años después, por contra, la mayoría han tenido que cerrar o reconvertirse. ¿Por qué?
Sencillo. El horario de verano va de 10.00 a 13.30 horas por la mañana y de 16.00 a 18.30 por la tarde. No hablemos ya del horario de invierno, mucho más raquítico. Quiere decir esto que si un turista llega en julio o agosto más tarde de las 17.15, con el sol calentando hasta las 21.30 horas, no puede contemplar el monasterio completo sino que está obligado a elegir entre Suso y Yuso. Además, si adquiere las entradas por la web, tiene que sacar un tique para el edificio de arriba y otro para el de abajo. ¡Por separado! Todo facilidades, vamos.
¿Quién tiene las culpa? Pregunten al maestro armero.
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