EL MOMENTO ANTOÑANZAS

Si se piensa bien no era algo tan raro: Antoñanzas, entonces como ahora principal bastión regionalista en La Rioja, se veía obligado a hacer política al estilo guerrillero, pisando en el camino algún callo de sus compañeros de oposición. Y cosechando, en el camino, más de un odio africano.

El destino, que es caprichoso y un poco cabrón, ha querido que tras esas elecciones todos miren a Antoñanzas. Porque el regionalista ha quedado insertado ahí, entre los dos bloques a izquierda y derecha, con las llaves del gobierno en sus manos.

Sería, es verdad, una sorpresa que esa llave acabara en el bolsillo de alguien que no fuera Pablo Hermoso de Mendoza. Este recién llegado a la política ha tenido la fortuna de aterrizar en plena época de vacas gordas de un partido que las ha conocido muy flacas. El PSOE podrá volver a la Alcaldía que tuvo Santos hace ocho años, y de nuevo necesitando pactos, pero esta vez con el plus que da ser la lista más votada.

Además de a Antoñanzas, Hermoso necesitará a Unidas Podemos, que se ha dejado la mitad de las concejalías que tenía Cambia Logroño. La fragmentación ha sentado fatal a los 'morados', aunque ni siquiera sumando a la fracasada CambiaLO dan los números.

Golpeado el PP, Ciudadanos aguanta, aunque habrá que ver de qué le sirve ese aguante a los naranjas. Julián San Martín se desgañitaba anoche afirmando que seguían siendo necesarios «para cualquier gobierno que se formara».

La realidad es que, en realidad, no lo parece. Cosas más raras se han visto, pero el olor de la noche electoral parece apuntar otra cosa. Es el momento Antoñanzas.