Molar

Los que teñimos canas pero aún creemos que podemos aguantar de fiesta, los que mezclamos una camiseta rockera con una chaqueta bien cortada, los que reunimos experiencia y conocimientos, nos resistimos a que nuestro reino deje de ser de este mundo. Será por eso por lo que miramos con cierto temor disfrazado de superioridad a los que aún no han empezado a construir el suyo, pero ya hacen temblar el nuestro. Será por eso por lo que intentamos conservar el trono dándoles lecciones, diciéndoles que no saben nada, que cuando sean padres comerán huevos. Y será por eso por lo que Axel, el becario de informática que desayuna Red Bull, te examina con recelo por debajo del flequillo al verte llegar con un cortado en la mano. Porque está harto de que le des la chapa con el cine clásico. O con Tom Petty. O con que vea las noticias de las tres de la tarde, la hora que en tu casa es más santa que la del Ángelus, y deje de informarse por las redes sociales, que las cargan el diablo, los rusos y los fachas. Y Axel, que se ha quitado los cascos para aparentar que te presta atención, le pega otro trago a la lata y suelta: «He ganado dos mil euros con criptomonedas». Se da la vuelta y sigue escuchando a Playboi Carti. Mira, ese sí sé quién es, que lo pone el heredero a todo trapo día sí y día también. Todavía molo un poco. Pero, de criptomonedas, ni flores.