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En plena ola de calor deseamos con ilusión la llegada del verano esperando retomar hábitos de vida, como si nada hubiera cambiado tras la fase pandémica aguda, los conflictos armados en la propia Europa, el recalentamiento climático, el revuelo educativo, la apertura de autopistas al ... tráfico libre de peaje, o el grave intento antidemocrático de Trump. Pero en estos últimos años muchas cosas han cambiado y otras, irresueltas, siguen igual o empeorando; hay al menos un 10% de la población que no puede afrontar ni unos días de vacaciones, la pobreza severa y exclusión social se extienden especialmente entre la infancia, las familias monoparentales y la gente mayor. Se prevé que la inflación media de este año suba 9 décimas por encima del cálculo anterior (hasta el 7,9%) lo que comporta una fuerte subida de precios de los alimentos (11% según el INE) desconocida desde los años noventa, carestía energética con los fuertes conflictos logísticos y geopolíticos existentes, y sus efectos sociales en una sociedad cada vez más fragilizada.
La COVID sigue presente con nuevas subvariantes (BA4, BA5) responsables del alza en contagios, no solo en España, con una ocupación hospitalaria que sigue oscilando en torno al 5% a pesar de la amplia política de vacunación y la esperada inmunización de rebaño. La guerra en Ucrania persiste en el fragor de las armas que asolan el Donbass en un conflicto del que Rusia es la única responsable; pero aunque nos agradaría que finalizara solidarizándonos con los invadidos, vamos acostumbrándonos a convivir con ello. El populista Trump se enfrenta, por fin, a la evidencia de la grave insumisión antidemocrática que provocó con el afán personalista de mantener el poder; un grave ataque a la democracia permitido por el voto de millones de ciudadanos algunos de los cuales, a pesar de las evidencias de su errática política y amor a la mentira y a pesar de las muertes que provocaron en su asalto al Capitolio, todavía creen en él; un legado difícil de digerir para un país dividido y discutido en la política internacional. El colapso estos días de la AP-7 es un indicador de decisiones sobre las infraestructuras viarias que generan graves problemas de movilidad sin un transporte público preparado para aligerarlos.
Hechos que, aunque perturbadores, no deben dejarse de lado ni acostumbrarnos a ellos; son graves indicadores de un fenómeno sistémico que obliga a repensar hacia dónde va nuestra sociedad.
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