Miradas

La película, que concursó en los certámenes de Cannes y Gijón, es una historia de amor entre dos muchachos que escarba en los rescoldos de una vieja amistad para hacer frente a los nuevos estados de ánimo. Matt (Gabriel D'Almeida Freitas) y Max (Xavier Dolan) son dos amigos de la infancia que se reencuentran en una fiesta de colegas organizada en una casa de campo donde vuelven a renacer lazos más allá de la amistad. Un beso como actores improvisados en un trabajo audiovisual de una amiga enciende afectos contradictorios que tratan de sobrellevar de manera intensa pero furtiva.

Dolan, en esta ocasión, escribe un texto sobre personajes de su quinta, milenials en proceso de despegar en sus futuros profesionales o asentados en trabajos que proporcionan confort y seguridad. En medio de este retrato de gente que escucha a los Pet Shop Boys o Britney Spears, que beben y montan juergas, se desgrana un drama entre dos chicos que tienen que afrontar su relación y tomar decisiones.

Matt es heterosexual, está casado, su mujer le presiona y no termina de cruzar la línea. Max, agobiado por una madre desequilibrada, tiene como meta abandonar el país y marcharse a un paraíso, Australia. Los días que quedan para el viaje marcan la estructura temporal de la narración.

Largometraje rodado en analógico, con toques que recuerdan al cine de Pedro Almodóvar, algo de dispersión en tramas paralelas y los inequívocos recursos estilísticos de Dolan que dejan un poso menos apuntalado que en obras precedentes.