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MIRADAS

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 5 de mayo 2019, 11:51

Me escapo de excursión con el yayo Tasio y nos topamos de frente con la España Vacía. No es el título de un libro ni el lema de una manifestación global. Está a menos de una hora de la ciudad donde vivimos y reúne ... todos los ingredientes de ese mundo rural que agoniza esperando el fin como alguien no lo remedie. Si abriera el diccionario por la 's' de soledad, temo encontrar en el borde de la página la foto de este pueblo para ilustrar el sustantivo. El enclave tiene un castillo restaurado y muchas casas viejas. La mayoría vacías, algunas con el tejado hundido. Nos lo dice la chica que enseña la fortaleza con un entusiasmo contagioso, inversamente proporcional al eco que desprenden las calles estrechas cuando habla. Informa también de que la escuela cerrará el próximo curso porque no hay más niños; que el albergue no ha sido ocupado en lo que va de año; que las lonas que se ven al fondo son la única pequeña empresa del entorno pero tiene a su dueño como único empleado. Lo narra sin desazón. Su tono es descriptivo. Como leyendo el prospecto de un analgésico. No porque no le dé lástima. Sólo lo asume como irremediable. Imagino que su convicción es unipersonal hasta que entramos en el único bar. El camarero nos reconoce como forasteros. Él es de allí mismo. Del pueblo más bonito de España, según sus palabras. Tasio y yo lo interpretamos como la exageración propia de un nativo inyectado de chovinismo. Pero no. Nos invita a saborear el rumor de la fuente de la plaza, la imponente vista de los buitres sobrevolando el valle, la solemnidad de los montes que nos rodean. Y pienso que no hay lugar feo, sino miradas prejuiciosas en las que falta una voluntad política sincera.

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