Una mirada renovada

He perdido la cuenta de las veces que he visitado San Millán de la Cogolla. Unas pocas ocasiones por motivos personales y un sinfín de ellas por razones laborales me ha tocado enfilar hacia el valle del Cárdenas y echar muchas mañanas y alguna tarde ... al abrigo de los monasterios. Desde que tal día como este domingo hace 25 años fueron declarados Patrimonio de la Humanidad, no hay visita real, congreso linguístico o acto de postín que no busque el envoltorio de Yuso y Suso para dar al evento una pátina de solemnidad y prestigio. Un marco incomparable, poner en valor nuestros referentes, lo que es y lo que significa este legado, los primeros vagidos del idioma y tal. De tanto pasar por allá y escuchar discursos de alta graduación institucional, acabé transitando por los pasillos del cenobio como quien arrastra la maleta por el aeropuerto para cambiar de terminal. Con esa galbana me presenté allí otra vez más el día que había que escribir un reportaje sobre turistas en La Rioja y acudimos, claro, a la cuna del castellano. Preguntamos al azar a un puñado de visitantes por las razones de su viaje, qué les parecía el destino, cómo así habían recalado aquí. Una chica casi de mi edad que iba de la mano con sus dos hijos no solo contestó amabilísimamente, sino que hizo una relación de todas las joyas del monasterio con un entusiasmo desbordante. Nos informó de que venía al menos una vez al año para disfrutar de un enclave único en el mundo, que tanta riqueza cultural y artística le fascinaba y que qué suerte teníamos nosotros de tenerlo tan cerca. Quizá el aniversario que hoy se celebra sirva también para renovar una mirada de admiración sobre lo que algunos ojos han dejado de ver.