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Hace casi un año que comenzó la aventura de escribir una columna mensual en este espacio. Los temas han sido diversos, aunque desde hace unos meses todo gira alrededor de la maternidad desde mi particular punto de vista. No muestro verdades, solo la realidad que ... me rodea pasada por el filtro de mi personalidad, valores y prioridades vitales. Cada columna se transforma, así, en una ventana al mundo con el que comparto pensamientos interiores y por la que entra la fresca brisa de la contraposición de ideas. Ello sin saber muy bien quién me lee, muestro mis idas y venidas mentales. Reflexiono y confecciono un conjunto de palabras limitadas espacialmente y cuyo proceso me sirve de debate conmigo misma, dejando a relucir mis incoherencias y contraposiciones. Porque, y no creo ser la única, a veces pienso lo uno y lo contrario sobre un tema determinado. ¿No les ocurre?
Y en cada una de las contiendas con mi yo interior, en las que se transforma esta columna, giran en mi mente arremolinadas oraciones inconexas que se ordenan a través de la acción de escribir. Por medio de los matices, cuales mimbres en la cestería, construyo oraciones, a veces hiladas, otras sin relación aparente, que se entremezclan hasta llegar a un consentido que pueda ser entendido más allá de mí. Y en este proceso de pensamiento, escritura y lectura por su parte se origina ese verbo que da nombre a este espacio ¿Debatimos? Porque el compartir ideas carece de sentido si éstas no pueden ser contravenidas y puestas en jaque –espero que no mate, que quiero seguir escribiendo–. Y, en este punto, se preguntarán qué tiene que ver esta reflexión con la maternidad, objeto principal de este espacio de opinión. Les aseguro que la tiene, sigan leyendo.
Hace un mes se publicó una columna que hirió a una madre de mi entorno. Más allá del debate que tuve con ella explicándole los mimbres de la columna, esa conversación me hizo reflexionar sobre la relación de unas madres con otras. Da igual el tema que escojamos, existen tantas opiniones como madres en el mundo. Hasta ahí todo normal, pero, ¿por qué nos sentimos juzgadas cuando alguien manifiesta una elección distinta a la nuestra? ¿qué nos hace justificarnos en el momento en que otra madre expone su modo de educar a su criatura? Esta competición, en la que parece que solo hay premio para una, aunque todas lo tengamos esperándonos en casa, no nos hace ningún favor ni individual ni colectivamente. El machismo que rodea a la maternidad nos impide practicar la sororidad entre nosotras. No caigamos en la trampa y recordemos que cualquier elección es buena si lo hacemos pensando en nosotras y en nuestros hijos. Dejemos atrás las culpabilidades que la sociedad nos impone y disfrutemos del proceso. Y por favor, si no eres madre, haznos un favor, y cuando no sepas cómo colaborar ofrécenos una mirada cómplice, una mano amiga, una charla cálida. Parece poco, pero a veces lo es todo.
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