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Parece ser que, cuando Scherezade acabó de contar las mil y un historias al sultán Shahriar, aún le quedaba un relato por narrar, aunque hay ... quien dice que era de su hermana Dinarzada y lo reservaba para el califa Harún al Raschid. En cualquier caso comenzaba así: En tiempos en que Bagdad era la más luminosa ciudad del universo, había un hermoso país, regido por el Buen Califa y gobernado por el Gran Visir Iznogud, apoyado por personajes que querían derribar el califato y dividir la nación. Iznogud nombró algunos visires entre quienes le apoyaban, que nunca se habían visto en otra y decidieron imponer sus normas a todos los ciudadanos, creando nuevas leyes. Comenzaron haciendo una ley para evitar el maltrato a las mujeres y, sin hacer caso al consejo de expertos, consiguieron con esa ley sembrar la inquietud en el país, pues fueron puestos en libertad multitud de delincuentes sexuales. El Gran Visir Iznogud, no obstante, permitió a estos visires continuar haciendo leyes y decidieron legislar para el bienestar de los gatos, entre otros animales. En la ciudad de nuestra historia, vivía un hermoso gato, orondo y satisfecho, que andaba feliz por los tejados, maullando a la luna, ronroneando a gatas de angora y comiendo lo que las buenas gentes dejaban en las calles; pero los nuevos visires del gran Iznogud, mirando siempre por el bienestar gatuno y desoyendo la opinión de los expertos en micifuces y zapirones, prohibieron que las buenas gentes dejasen comida para los gatos en las calles y, siempre pensando en el bienestar animal, obligaron a esterilizarlos. El gato de nuestra historia vio, desde su tejado, cómo llegaban los empleados del visirterio y se llevaban a sus congéneres; cuando volvieron, tristes, sin ilusión y con algún apéndice de menos, nuestro gato echó a correr y no paró hasta salir del país del cuento. Moraleja: No parece que para ayudar al gato, coger el bisturí sea lo más sensato».
Después de legislar para el bienestar de las mujeres y de los gatos, una gran inquietud se extendió por el país del Buen Califa, ya que el Gran Visir Iznogud parecía dispuesto a que los nuevos visires legislasen para el bienestar de todos los ciudadanos; en el Gran Bazar, los precios empezaron a subir y alimentos, aceites, lámparas e, incluso, alfombras voladoras se pusieron por las nubes, creando una gran crisis en el país del cuento, cuando Bagdad era la más luminosa ciudad del universo. Ante esta situación, el Buen Califa preguntó si debía continuar el Gran Visir Iznogud, apoyado por quienes quieren destruir el califato, o debía nombrar a otro. Hubo opiniones para todos los gustos, pero muchos se acordaron del gato y les entraron escalofríos, pensando en el filo del bisturí.
No se sabe el final de la narración de Scherezade, o tal fuera de Dinarzada: el cuento de las mil y dos noches. El cuento de nunca acabar.
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