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Miguel Martínez de Corta (Logroño, 1981) no seguirá en la UD Logroñés. Así lo hizo público el club el martes a través un comunicado frío y escueto. El fútbol no es solo la euforia de la victoria, sino la frialdad de las decisiones.
La no ... continuidad de Miguel era previsible. No ha jugado esta campaña, en la que se ha recuperado de una lesión de más de un año de duración y Rubén Miño, cancerbero titular, tiene contrato. Todo dicho. La calidad del riojano bajo palos no la discute nadie, pero el fútbol es empresa.
Sin embargo, Miguel no es un jugador más en la historia de la UD Logroñés. Es el futbolista que ha jugado más de 200 partidos con la camiseta blanquirroja, más que nadie (206). Casi, la mitad de los disputados por el club en sus once años de vida. Es el capitán de este equipo, el gran capitán, y es el portero de este bloque, el portero de referencia de la entidad, aunque el fútbol le haya regateado el ascenso sobre el césped. Es ese portero que, en opinión de Félix Revuelta, le faltó al equipo hace un año para ascender, porque el propietario sigue convencido de que con él bajo palos el Hércules no hubiera eliminado a la UDL.
Miguel piensa en seguir jugando, pero dependerá de la oferta. Con 39 años la vida se ve de manera muy diferente a cuando se fue siendo un niño a La Masía. Pero no descarta la retirada, aunque no sea desde la mejor vía, desde la grada. Más allá de lo que haga, Miguel es un activo de la UD Logroñés.
Todo club necesita referentes, ídolos o iconos más allá de su categoría o historia. El Real Madrid es también Di Stefano, La Quinta del Buitre, Raúl, Casillas, Ronaldo... El Barcelona, Kubala, Cruyff, Koeman, Xavi, Iniesta, Messi... España, Aragonés, Torres, Puyol, Villa,... Y así se podrían enumerar muchos otros.
La UDL tiene tan solo once años de historia y necesita contar historias de su historia, si me permiten el juego de palabras. No tiene referentes. Miguel es historia de este club. Como lo han sido Cervero, Reguilón o Santos, que ya no están. Y muchos más. O Iñaki, que seguirá. Además, Miguel es de casa, de los que sufren con su equipo y Logroño no es una parada, sino el destino final. La UD Logroñés necesita de iconos y leyendas para reforzar su historia. Miguel merece algo más que un nombre en una lista sobre un folio con membrete del club.
Si Miguel quiere seguir jugando siempre se le podrá recordar que aquí, en la UDL, tiene su casa para volver; si se retira, debe ser con honores y no estaría demás que trabajando dentro del club, pues capacitado está. Un poco de ese chovinismo que alabamos en otros clubes. Una entidad que presume de propiedad, capital y entrenador riojanos, y de su apuesta por la cantera local, no puede permitirse perder a Miguel. Lo perdió una vez, por imperativo del cuerpo, y bien que nos acordamos.
Y más allá de seguir viéndolo en el día a día con la ropa de la UDL, sería incluso bonito verle encabezar una galería fotográfica con otros jugadores que han sido importantes en la historia del club. La UDL debe recordar que la generación 2000 no vio fútbol de élite en Logroño. No le privemos de más ídolos.
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