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Dicen que el éxito de un candidato en unas elecciones no depende solo de sus aciertos, sino de su capacidad para no cometer errores en los días previos a la votación. Por eso, que se evidencien las carencias de los candidatos y los tropiezos dialécticos ... pueden gafar una campaña por muy favorable que parezca el viento que sopla.
Hace más de dos mil años (64 a.C.) que Marco Tulio Cicerón fue candidato al consulado romano. Su hermano Quinto le escribió un pequeño y delicioso breviario de campaña electoral en el que le aconsejaba: «Convéncete de que es necesario simular aquellas cualidades que no posees por naturaleza de tal manera que parezca que actúas con toda espontaneidad». Pues bien, todavía en precampaña hemos tenido la oportunidad de constatar cómo el candidato estrella de Pablo Casado protagonizaba una de las anécdotas que pasará, de ello no hay duda, a los anales de la historia del disparate. Adolfo Suárez Illana, ignorando los consejos de Quinto Tulio, no sólo ha sido incapaz de disimular sus carencias sino que se ha convertido en el más cualificado metepatas de esta tensa precampaña.
No es de extrañar que sus afirmaciones sobre el «aborto de niños nacidos», amparado por una ley aprobada en New York, haya dejado estupefacta a cualquier persona con dos dedos de frente. Para cimentar su supina ignorancia aludió a esta práctica de los hombres neandertales que, según él, esperaban a que nacieran los niños para cortarles la cabeza. La prudencia aconseja el silencio antes que hacer el ridículo. No es de extrañar que tamaña estupidez, que supera la necedad de lo absurdo, haya sido comparada con los monólogos de Gila, porque es lo primero que viene a la mente:
- ¿Oiga, es el enemigo? Que se ponga.
- ¿Oiga, es el abogado de New York? ¿Se puede abortar a un niño después de nacer?
Si no fuera tan serio el exabrupto, pudiera convertirse en argumento de chirigota. El problema es que rezuma desprecio y un profundo desconocimiento de los problemas de las mujeres. Sigue creciendo sin cesar una corriente misógina e intolerante que cuestiona los derechos que hemos conseguido. Ya inició Casado este camino cuando decidió explicar a las mujeres qué llevan dentro cuando están embarazadas. No se le ocurre, por ejemplo, ir a la Conferencia Episcopal a explicarles que abusar de menores es un delito aquí y en Roma y para eso Suárez no tiene que consultar al abogado de New York ni al de Logroño, que es donde tuvo que tragarse el despropósito ante la mirada sonriente del presidente Ceniceros. A las mujeres se nos puede ofender, a la Iglesia, institución con poder, no hay que molestarla.
En el mercado de fichajes de esta temporada el fiasco de Suárez Illana es el más llamativo porque demuestra que lo más mediático no es siempre lo más acertado en política. El hijo de Suárez no creo que tenga la mirada larga que tuvo su padre y pongo en duda que éste suscribiera muchos de los postulados del actual PP. Gracias al recuerdo del presidente Suárez, su hijo va a obtener un escaño pero jamás le llegará ni a la suela del zapato. No es una opinión sino una verdad irrefutable.
Por lo demás, la campaña sigue por los derroteros que aconsejaba Quinto Tulio Cicerón: «Procura que toda tu campaña se lleve a cabo con un gran séquito, que sea brillante, espléndida, popular... y si de alguna manera fuera posible, que se levanten contra tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos...». Ya vemos que en veinte siglos las cosas no han cambiado tanto. En aplicación de esta idea debió el exministro Fernández Díaz crear su 'policía patriótica' que espiaba a adversarios, un escándalo que produce náuseas a cualquiera que ame la democracia. España no se merece estas miserias porque es bastante más noble, diversa, solidaria y fraterna que la que proclaman quienes, parapetados tras las banderas, reparten carnets de buenos y malos españoles, de amigos y enemigos de España.
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