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La anunciada mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat, ajena a los cauces institucionales establecidos y en la que se apoya ERC para justificar su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez, parece tambalearse incluso antes de su constitución formal. Los recelos de ... Quim Torra a la propuesta de La Moncloa para reunirla por primera vez el próximo lunes van más allá de discutibles discrepancias protocolarias. Tras sus recriminaciones al Ejecutivo central por haber fijado «unilateralmente» la fecha de la cita es fácil atisbar la enconada rivalidad dentro del independentismo catalán en plena batalla preelectoral. Torra, aunque se presente como paladín del diálogo, no está dispuesto ni a ceder en reivindicaciones que sabe condenadas al fracaso –la autodeterminación y la amnistía de los presos por el 'procés'– ni a permitir que un instrumento promovido por Esquerra demuestre utilidad alguna. La actitud del 'president' refleja los obstáculos con los que tropieza una mesa que, salvo un improbable giro del secesionismo hace la legalidad, solo servirá para ganar tiempo mientras ERC decide si refuerza a Sánchez en La Moncloa apoyando sus Presupuestos.
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