El mercenario japonés

Después de la repercusión de 'Rashomon' (1950) y 'Los siete samuráis' (1954) y con el aval de Toho producciones, Kurosawa, en la cresta de la ola, prosigue indagando en el espíritu del guerrero, del intrépido manejador del sable. A tal fin presenta a un desubicado mercenario, que dice llamarse Sanjuro (Toshiro Mifune), sin rumbo prefijado, que el destino y el azar (un palo lanzado al aire para elegir camino) lo llevan a una pequeña aldea dividida en dos clanes, con sus señores al mando, que están enfrentados y su enemistad condiciona todo orden municipal.

Sanjuro es un asesino a sueldo que vagabundea buscando una oportunidad para vender sus letales servicios. Un tipo solitario, misántropo y buscavidas. Su llegada casual a una aldea, que es un avispero de tensión y rivalidad y sin un dueño que domine el control del poder, le viene como anillo al dedo para alterar la fricción. En el planteamiento, Kurosawa, apasionado de los dramas shakesperianos, retuerce la confrontación hasta el extremo de reflexionar sobre la decadencia del ambiente feudal.

El personaje del samurái es un ser manipulador y egoísta. Sólo muestra apego por muy pocos vecinos. Y se muestra enfurecido y decepcionado por las tontas cuestiones que separan a las familias en litigio. Hay burla y menosprecio. La irónica partitura musical y algunas acciones revelan el tono desencantado de Kurosawa al que imprime una belleza fascinante.