Un mensaje integrador
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En la España que dibujó el Rey cabemos todos. Lo que no tiene sitio es aquello que empequeñezca el país reduciendo su pluralidadFelipe VI dirigió un mensaje netamente integrador en Nochebuena, cuando la sociedad y las instituciones esperan que, según sus propias palabras, «el Congreso de los Diputados otorgue o deniegue su confianza al candidato propuesto para la Presidencia del Gobierno». Tan especial circunstancia, a la que ... se une el tiempo de deliberación del Tribunal Supremo ante la sentencia de la Gran Sala de Luxemburgo, llevaron al Rey a emitir un discurso en el que destacó, sobre todos los demás aspectos de su alocución, la neutralidad partidaria de su papel constitucional. Su Majestad deseó «la mayor felicidad y paz» a los españoles recordando a las familias y a las personas que lo están pasando peor a causa de los desastres naturales y de que «la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad». Felipe VI hizo de la «incertidumbre, de cambios profundos y acelerados» el tema central de su intervención, reconociendo en la manera de afrontar el cambio climático y la sostenibilidad, la nueva era tecnológica y digital, el rumbo de la Unión Europea, los movimientos migratorios y las vicisitudes dispares que hombres y mujeres atraviesan en las relaciones laborales, las causas que preocupan e inquietan a los ciudadanos. A los que sumó «el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones y, desde luego, Cataluña». Esta última mención fue, en su parquedad, toda una declaración del jefe del Estado. No dijo, no quiso decir más al respecto. Dando así a entender que en estos precisos momentos corresponde al Congreso de los Diputados afrontar lo que en ocasiones se califica de «problema de convivencia» entre catalanes, y otras se presenta como «conflicto político», mediante la mayoría que procure la investidura de un presidente de Gobierno y se comprometa a asegurar una legislatura estable. Frente a las incertidumbres, el Rey envió un mensaje de optimismo, esperanzado por «lo que hemos construido y avanzado juntos» y subrayando que «podemos sentirnos muy orgullosos de los valores que inspiran a nuestros ciudadanos, de la energía, la vitalidad y el dinamismo de nuestra sociedad y de la solidez de nuestro Estado». También por eso advirtió de que «no debemos caer en los extremos». Ni una autocomplacencia que silencie la realidad, ni una autocrítica destructiva.
PENSEMOS EN GRANDE. La respuesta a las incertidumbres está presente en lo mejor de nuestro pasado reciente. Compartir «valores sobre los que fundamentar nuestra convivencia, nuestros grandes proyectos comunes, nuestros sentimientos e ideas». Sobre todos esos valores Felipe VI quiso destacar la concordia, la voluntad de entendimiento y el impulso por la solidaridad, la igualdad y la libertad. Recordando a quienes lo hayan olvidado o no vivieron esos pasajes de nuestra historia que los «muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión» se derriban a base de responsabilidad, afecto mutuo, generosidad, diálogo y respeto entre personas de ideologías diferentes. «Pensemos en grande», reclamó el Rey. En la España que dibujó con sus palabras cabemos todas y todos. Caben todas las fórmulas de gobierno viables desde un punto de vista democrático, y todas las políticas que se demuestren posibles al contar con el escrutinio ciudadano. Lo que no tiene sitio es aquello que empequeñezca al país, reduzca su pluralidad con exclusivismos y exclusiones, y constriña el futuro de los más jóvenes poniendo en cuestión la convivencia.
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