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Afirman mentes privilegiadas que la pandemia actual va a ser la causa de grandes cambios en la sociedad venidera. Yo ya empiezo a creérmelo porque distintas instituciones y organizaciones están retrasando al 2021 eventos internacionales sumamente populares –pongo por caso los Juegos Olímpicos–. Otro ejemplo ... es el de los numerosos ayuntamientos que están razonando trasladar no sé cuántos meses sus fiestas de primavera e incluso de comienzos de verano hasta el festivalero septiembre.
Seguramente ustedes pensarán que esas mentes privilegiadas se refieren a importantes transformaciones sociales, entre ellas una crisis económica cojonuda. Para esto no hace falta haber ido a la universidad; en mis tiempos de mocete lo aprendí cuando muchas amas de casa de mi pueblo, que habían acudido a la tienda delante de mí –no digan ustedes delante mío, se expresarían mal– compraban a debe a la tendera.
No obstante, hoy por hoy la vida sigue igual (copio del escritor celta –por parte paterna– Julio Iglesias). Prueba de ello es que se continúa socializando el arte como antes del coronavirus; lo digo por la sustracción de un Van Gogh que ha tenido lugar en estas fechas pasadas en el Museo Singer Laren de Ámsterdam, aprovechando la desertización de las calles holandesas.
Y no se me desalienten ustedes por las circunstancias actuales; decía siempre mi abuelo, eterno optimista, que otros tiempos vendrán. A él le hablaba el suyo de una epidemia –el cólera morbo lo llamaban– que visitó mi ciudad natal en 1855, la cual duró ochenta y cuatro días. El yayo recordaba el nombre del médico, don Julián Espiga, que curó a su abuela. Este doctor sobresalió por su comportamiento extraordinariamente humano y profesional, tanto que el Ayuntamiento, antes de que fuera destinado a Madrid, le regaló un diploma enmarcado en el que constaba tanto el agradecimiento municipal como el ciudadano. Todo ello consta en el archivo municipal.
La cosa no acaba aquí. Hace unos años, habiendo ido a dar una conferencia a Murillo de Río Leza convocado por la Asociación de Mujeres Entre Dos Ríos, se me acercó una señora y me informó de que esa distinción donada al galeno por el consistorio vianés, del cual había yo hablado en la charla, se guarda actualmente en la casa de una familia de la localidad. Creo, amigos lectores, que después de estas jornadas muchos hogares de nuestras tierras, por fortuna para nosotros, tendrían que albergar cantidad de detalles como ese de 1855, cantidad. Aquel continúa llamándose don Julián Espiga.
Nota. El girasol es la única planta que no creó Dios, labor que encargó desde el principio del mundo a Van Gogh.
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